miércoles, 17 de julio de 2019

Robinson Crusoe

Palabra de lector 71
Cuando estalló la guerra de sucesión en España, los ingleses aprovecharon el momento para incentivar la piratería por todo el mundo, así que un grupo de mercaderes de Bristol armó un par de barcos, el "Duke" y el "Dutchess" y le dieron el mando al capitán Woodes Rogers.
En 1709 doblaron el cabo de Hornos sin mayores contratiempos, y llegaron a la isla de Juan Fernández a reponer salud y fuerza. Al desembarcar, vieron a un ser extraño, vestido de pieles, que les hacía señas desde la playa. Era Alejandro Selkirk. Había pasado más de cuatro años en la isla, en completa soledad, pues tan sólo habían llegado unos barcos españoles, de los cuales pudo ocultarse en los bosques.
Para vivir, había logrado domesticar un rebaño de cabras y un centenar de gatos que lo protegían de las ratas que en los primeros tiempos estuvieron a punto de devorarlo. Durante esos años en la isla se había dedicado a una profunda lectura de la biblia; según sus propias palabras, había encontrado una paz espiritual nunca imaginada.
Después de mucho insistir, los ingleses convencen a Selkirk de embarcarse con ellos, y cuando zarpan de Juan Fernández iba como segundo de a bordo del "Dutchess". Cuando en Inglaterra se conoció su historia, relatada por él mismo, por Rogers y por Edward Cooke, piloto del Duke, se convirtió en un personaje legendario que sirvió de modelo para el "Robinson Crusoe" de Daniel Defoe.
Fue Cooke quien primero publicó un relato del viaje, en 1712, en un libro titulado "A Voyage to the South Seas and Round the world", que tuvo un éxito inmediato. Pocos meses más tarde salió el de Woodes Rogers, "A cruising Voyage Round the world", que sobrepasó con mucho el éxito del de Cooke, y fue aplaudido por los literatos de la época, como Addison y Defoe.
Pronto surgieron libros de viajes imaginarios, basados en Rogers y Cooke, y el folleto en que Selkirk contaba sus experiencias. Entre ellos se inmortalizó "Robinson Crusoe", de Defoe, "Los Viajes de Gulliver", de Swift, y la famosísima "Ballad of the Anciend mariner", de Coleridge.
Éste es el origen de "Robinson Crusoe", con nombre y apellido. La historia del hombre solitario en su isla, que ha sido recreada, representada y copiada hasta el cansancio. Decenas de películas abordan el tema, ya sea en una ciudad, en un planeta, una nave, un país, o lo que usted imagine; de ahí que el tema nos sea harto conocido.
Nuestro querido "Robinson Crusoe" es una novela fundamental y obligatoria para cualquier lector, pues se ubica dentro de lo que se conoce como “los clásicos”. Para quien esto escribe fue su segundo o tercer libro, mismo que estaba en la colección "Biblioteca Juvenil", de editorial Grolier, y que me valió ausentarme de la escuela por varios días (había un acuerdo con los progenitores de esta banda: si leías, podías faltar a la escuela).
Ahora nos ocupa una interesante versión completa, traducida nada más y nada menos que por Julio Cortázar. Y decimos completa, porque la historia que normalmente conocemos: los viajes, los naufragios, la isla desierta, los caníbales, Viernes y todo eso, corresponden sólo a la primera parte del libro.
Hay una segunda parte. ¡Y qué segunda! De hecho, en su conjunto, la novela pudo bien llamarse: “Robinson Crusoe, aventuras alrededor del mundo”. En fin, no entraremos aquí en detalles, pero eso sí, si no ha leído la novela completa, se ha perdido mucho del señor Defoe.
Hay algunos puntos que, sin embargo, nos gustaría resaltar. Lo primero, es el profundo conocimiento y fascinación que el autor tenía por la piratería. Ya en algún momento, en este espacio hablamos de "Las historias de piratas", uno de sus libros más famosos, pero eso es poco, hay mucho más de ello en la obra del autor.
La segunda es que Defoe es un hombre de su tiempo, un hombre emanado del naciente colonialismo europeo, en el cual hay dos tipos de humanos, los civilizados-cristianos y los salvajes, mismos que tienen un doble destino: ser evangelizados y, además, esclavizados: esa visión es expresada constantemente a lo largo de la obra.
Por otro lado, está la cuestión de cómo escribe el autor, con un estilo que no le pide nada a los periodistas actuales. No por ello se le considera un precursor del periodismo (ver, "El año de la peste"), lo que hace su lectura ágil e interesante, pues hay una preocupación por mantener la atención del lector, amén de que en su origen la obra fue publicada por entregas.
Finalmente, en toda esta obra existe un importante sustrato permanente: el sentido del honor, la justicia y el anhelo de libertad. Perdonémosle pues sus arranques fanaticoides y de moralina religiosa, y disfrutemos con una sombrilla hecha de pieles de cabra y un ridículo sombrero del mismo material, las aventuras del señor Robinson Crusoe.
Diviértanse.
Defoe, Daniel, Robinson Crusoe, Grupo Editorial Ramdom House Mondadori, España, 605 pp., 2004. Traducción de Julio Cortázar, Prólogo de J.M. Coetzer, Ilustraciones de J.J Grandville. Colección: Grandes clasicos Mondadori.