sábado, 4 de abril de 2020

Colmillos de dragón

Palabra de lector 76

Dice el dicho que en Pachuca también hace aire. Y decimos eso porque muchas veces pensamos que el mundo de la ciencia es un remanso de armonía y paz. Sin embargo, la realidad es cruda y terrible. En el mundo de la ciencia, como en cualquier otro ámbito de la sociedad, las luchas, peleas, patadas debajo de la mesa, descalificaciones, sabotajes y todo lo que se le ocurra, están a la orden del día.
Bajo esta óptica, el famoso escritor Michael Crichton, el autor de Jurasic Park, Rescate en el tiempo y Next --por nombrar sólo algunas de sus novelas--, nos regala una obra póstuma igual de entretenida como las mencionadas.
Se trata de Dientes de dragón, ubicada en el viejo oeste con todos sus conocidos elementos que vienen a la mente: indios siux, vaqueros, pistoleros, soldados de la Confederación, trenes, duelos, muchachas hermosas que requieren ser salvadas... En fin, toda la rica fauna de una novela del oeste con el atinado agregado de la lucha inmisericorde de dos científicos que ejemplifican lo que comentábamos más arriba. Personajes que, por cierto, fueron reales y sí se manejaron así.
La historia arranca con William Johnson, un personaje totalmente ficticio, quien por diversas razones se ve involucrado en una expedición paleontológica al viejo Oeste, en un periodo (1876) de gran violencia en la región, pues es el tiempo de la última gran guerra de los indios del norte de Estados Unidos, en contra de una sociedad ávida de más territorios y cuyo combustible es la búsqueda de oro en aquellas regiones.
De esta manera, nuestros aventureros van directo a la boca del lobo, en los tiempos donde la paleontología daba los primeros pasos y el descubrimiento de fósiles estaba conformando el mapa de los grandes saurios.
La expedición a la que se une nuestro héroe es dirigida nada más que por Othoniel Charles Marsh (nombre de un paleontólogo norteamericano de aquella época), quien sospecha de nuestro muchacho y lo expulsa de su grupo para arrojarlo a los brazos de su archienemigo, Edward Drinker Cope (el otro científico real de la historia). Drinker incorpora a Johnson a su expedición gracias a sus conocimientos sobre fotografía.
Nadie imagina que la suerte acompañará a nuestro héroe a lo largo de la novela y que dará pie a las diversas aventuras que conforman el relato. Una de ellas es el hilo conductor de la historia y se refiere a un descubrimiento importantísimo que obliga al protagonista a ofrecer la vida si es necesario con tal de preservar dicho descubrimiento.
Esta novela no sólo resulta una entretenida narración de a ciencia ficción épica, tan del gusto de los estadounidenses, sino que puede incluso definirse como un triller con todas sus características, lo que la convertiría en una de las obras más memorables del autor que, hay que decirlo de paso, ofrece algunos guiños sobre algunos muy conocidos personajes reales, como es el caso de ese tímido jovenzuelo de origen inglés que viaja en el mismo tren y que sueña con ser escritor, o las referencias a personajes históricos norteamericanos como “Ricitos de oro”, apodo del general confederado George Armstrong Custer, Toro Sentado, caballo loco  y otros famosos de los que no hablaré en este espacio.
Sólo una duda nos queda en el tintero y es ¿quién es la tal Miranda Lapham, Alias Emily Charlotte Williams, y qué hace en medio del viejo oeste? ¿Será un guiño de las famosas hermanas Emily y Charlotte Brontë, escritoras todas ellas? En fin, la duda queda. Que se diviertan.

Crichton, Michael, Dientes de dragón, Plaza Janes, 317 pp., México, 2018. Traducción de Gabriel Dols Gallardo.

domingo, 29 de marzo de 2020

La capital


Palabra de Lector 75

La presente entrega, titulada La Capital, es una de las siete novelas que conforman lo que se le llamó la Comedia humana portuguesa, o como se les conoce en la actualidad: Escenas de la vida portuguesa, que originalmente se pensó que constaría de 12 novelas.
Aunque la comparación con la gran obra de Honorato de Balzac,
La Comedia humana, es ociosa, pues consideramos que no está a la altura, sí hay una enorme aportación y riqueza en este grupo por parte del que, a nuestro muy humilde juicio, es el más grande escritor de lengua lusitana, incluyendo a los creadores brasileños del siglo antepasado.
Descubierta 25 años después (1924) de la muerte de Eça de Queirós, por una mera casualidad puesto que sus hijos buscaban en realidad un autógrafo inédito en la maleta donde se encontraban, La Capital vino a revivir el interés del autor de los Maias (quizá la obra más importante del autor y un verdadero “dramocles” que para qué les cuento –bueno, algún día lo haremos, en homenaje a este grandioso autor) por parte de los lectores no sólo de habla portuguesa, sino de otras lenguas.
Una parte de la novela aparece en Portugal y otra, ya más trabajada y corregida por el autor, es descubierta casi al mismo tiempo en Río de Janeiro, por el hijo de José Duarte Ramalho Ortigão (otro gran escritor portugués), quien rápidamente les escribe a los hijos de Eça, notificándoles el hallazgo.
La capital, en palabras de su propio autor, es una novela que describe una serie de pinturas un poco crueles de la vida literaria y nocturna de Lisboa, donde literatos, periodistas, bailarinas, mujeres de vida nocturna, políticos, exiliados y hasta revolucionarios, desnudan sus miserias y sus taras, viviendo un mudo vertiginoso que les permite abstenerse de enfrentar la realidad.
De hecho, el personaje principal resulta un atolondrado provinciano que sueña con destacar en la capital, y para ello despilfarra una pequeña fortuna. Él mismo sobrevalúa una creatividad de la que carece y demuestra una credulidad que raya muchas veces en la estupidez, toda vez que es engañado una y otra vez con lisonjas tan falsas y superficiales como la gente en la que confía.
Como suele suceder en la obra del escritor portugués, todos los personajes de la obra son útiles; ninguno aparece por casualidad, sin un fin, sin un motivo definido; ninguno deja de tener una influencia mayor o menor en el desarrollo de la acción.
El relato inicia colocando en el centro del drama al joven huérfano Arthur Corvelo, quien vive modestamente con sus ancianas tías; además de sus acompañantes, los jóvenes poetas y escritores que sueñan con cambiar al mundo por uno nuevo, regido por la belleza y la aristocracia de la inteligencia.
Arthur se topará con cada uno de ellos a lo largo de la obra, pero ya en otros planos, algunos más maduros y otros más desorientados. Esto marcará enormemente al joven que nunca da ese salto intelectual, esa madurez necesaria para enfrentar un mundo hundido en una sociedad salvaje y cruel.
De tal forma, el personaje vivirá añorando esas fantasías de la última adolescencia, que lo colocan como víctima y hasta chivo expiatorio en las diversas situaciones en que se ve involucrado, a punto tal, que el lector llega a pensar que no puede ser posible tanta blandenguería, ingenuidad o, de plano, tanta tontez.
Si bien su vida podría asegurarse como aprendiz de boticario, nuestro antihéroe se siente fuertemente atraído por la vocación literaria romántica y del ideal estético-revolucionario, de las cuales terminará siendo víctima y hazmerreir en la gran Capital.
En resumen y con todo ello, es una gran obra de uno de nuestros escritores favoritos.
Que la disfruten.

Queirós, Eça, La capital, Editorial Funambulista, España, 422 pp., 2009. Traducción de Manuel Lobo Serra. Colección Grandes Clásicos.