martes, 5 de julio de 2011

El cementerio de Praga


El Cementerio de Praga.

“Aún así, no conseguí evitar una pequeña malignidad. Le pregunté si él se sentía un buen representante de la raza superior y apolínea. Me miró torvamente y me dijo que la pertenencia a una raza es sólo un hecho físico sino, ante todo, espiritual. Un judío seguirá siendo judío aunque por accidente de naturaleza, tal como nacen niños con seis dedos y mujeres capaces de multiplicar, naciera con el pelo rubio y los ojos azules. Y un ario es ario si sirve el espíritu de su pueblo. Aunque tenga el cabello negro.”

Hay veces que no entiendo al lector medio de la literatura que exige un poco de esfuerzo intelectual para hincarle el diente. En relación a la última novela de Umberto Eco, El cementerio de Praga, he escuchado cualquier tipo de comentarios, desde aquellos que abandonaron en las primeras 40 páginas, hasta aquellos que sintieron que cargaban una enorme cruz que aumentaba de peso cada vez que avanzaban en la historia.
Leer a Eco, siempre es una experiencia y, hay que decirlo, una labor que obliga al lector a poner todos los sentidos y nuestra ignorancia en cada una  de las páginas de sus textos, pues lo mismo nos habla de la guerra de Crimea, que nos deleita con una receta de cocina que, no dudo, lectores como El Dr. Soberanis han de explorar en su personalidad de Cheff aficionado.
La presente entrega es un compendio, como suelen ser todos sus trabajos, que abarcan una infinidad de personajes (desde Freud, hasta Garibaldi, pasando por Alejandro Dumas), hechos históricos (el Imperio Napoleónico,  la Conformación del estado Italiano, la invasión francesa a España, hasta el caso Dreyfus), obras del arte culinario y, quizás lo más importante e hilo conductor de la obra, las fuerzas oscuras que mueven al mundo del siglo XIX, como se supone que eran la masonería, los jesuitas y los infaltables judíos.
Si bien la obra aborda todo ello, es probable que parte de su dificultad para algunos lectores se encuentre en que está escrita en dos tiempos y con tres personajes principales, un Capitán de origen italiano, un sacerdote y el narrador. Los dos primeros, cambian de rol constantemente y a veces suele perderse quién es quien.
Tampoco es un texto cuyo tiempo esté manejado en forma lineal, sino que salta tanto en el tiempo con el espacio, está lleno de referencias de todo tipo y no escatima el uso de frases y párrafos escritos ya sea en latín, francés e, incluso, alemán.
Sin embargo, todo ello no debe de espantar a su posible lector, sino más bien al contrario, pues es una novela fascinante que lo atrapa a uno desde las primeras páginas y es un deleite descubrir que algunas partes están tomadas de la Historia de la Belleza y la Historia de la fealdad, ambos, también trabajos del mismo autor.
No queda más que pedirles que aborden dicha nave y que se preparen a disfrutar de una enorme obra de misterio, espionaje, traición y drama, muy al estilo del autor de El nombre de la rosa. Que la disfruten.

Umberto Eco, El cementerio de Praga, Lumen, México, 2010, 587 p. Traducción de Helena Lozano Miralles.