Palabra de lector 66
Dicen algunos de los más importantes pensadores contemporáneos como Nicholas Carr, Gilles Lipovetsky y hasta el filósofo de moda, Byung-Chul Han, que el pensamiento en esta época de la postverdad, se ha convertido en un ejercicio de la superficialidad, de lo evidente, de verdades de Perogrullo.
Tal vez esa sea la razón que explica cómo es posible que gente, tanto expertos en las tecnologías de la información como intelectuales que merecen nuestro más grande respeto, se hayan dejado seducir por un discurso falto de profundidad y de propuestas. Y me refiero precisamente al libro que hoy nos ocupa: las 21 lecciones para el siglo XXI, de Yuval Noah Harari.
El texto en cuestión es el tercero de una serie que incluye De Animales a dioses y Homo Deus; todos ellos dedicados a la historia y futuro de la humanidad.
Debemos confesar que cuando abordamos el primero teníamos grandes expectativas sobre su contenido. La primera parte resultó un agradable y completo paseo a través de la historia humana, de la mano de una excelente prosa y bien documentada tarea.
Los problemas comenzaron cuando el autor inició la interpretación de sus datos. Ahí, la puerca torció el rabo, pues resultó una serie de visiones parciales e ideológicamente tendenciosas que acabaron por desesperar a éste y otros lectores con los que comentamos dicho material. De ahí que se tomara la decisión de ya ni siquiera intentar leer el segundo volumen y menos aún reseñarlo en este espacio.
Sin embargo, no sé si afortunada o desafortunadamente se le hizo tal propaganda al tercer tomo de la serie, incluido mi filósofo de cabecera, mi padre, quien me lo recomendó como una lectura imperdible, por lo que decidimos abordar la lectura de un libro que nuevamente vuelve a decepcionarnos terriblemente, pues carga con las mismas visiones, las mismas interpretaciones parciales y el mismo sustrato reaccionario y maniqueista, aunque el autor se la pase a todo lo largo del texto diciendo y repitiendo que no lo es.
En principio se supone que es un trabajo que pretende plantear las alternativas del hombre ante los desafíos del siglo actual. Pero lo que nos pinta es el futuro de sólo una parte de la humanidad, la del primer mundo, las grandes potencias y Europa, donde rápidamente se apunta, y deja de lado al resto de las regiones y países. A unos por fundamentalistas, sean éstos árabes, rusos, comunistas o africanos. Y a otros porque me imagino que no existen en su radar analítico, como América Latina, de quien sólo hace referencia una vez, a pesar de que mantiene un discurso permanente de “globalidad”.
No entraremos en detalle sobre gran parte de los temas que “aborda”, pues son clichés y superficialidades inocuas, que sólo demuestran de qué pie cojea este historiador.
Sólo diremos antes de entrar al tema que nos interesa (la tecnología) que, como muchos “pensadores” actuales, el autor suele confundir liberalismo con neoliberalismo como si fueran la misma cosa, aunque ignoramos si es un bebé inocente o lo hace de manera perversa. El lector decidirá.
Además de no ofrecer ninguna novedad de visiones sobre los avances tecnológicos, lo que demuestra es que no domina el tema. El autor nos pinta un futuro apocalíptico y devastador para los seres humanos frente a los avances de la IA, la biotecnología y lo que él llama la “infotecnología”: donde las máquinas, la inteligencia artificial, el big data y su uso son los grandes ganadores y convierten al ser humano en el gran perdedor y sobrante de la historia.
Un ejemplo. Dice: “A pesar de la posibilidad de que aparecieran muchos nuevos empleos humanos, quizá presenciaríamos el surgimiento de una nueva clase “inútil”. De hecho, podríamos tener lo peor de ambos mundos, y padecer a la vez unas tasas de desempleo elevadas y escasez de mano de obra especializada”. ¿Acaso no es eso lo que nos ha brindado con prodigalidad el neoliberalismo?
Hay incluso una parte donde lleva a tal punto del absurdo su prospección del futuro, en donde la economía y la productividad están en manos de las máquinas, que uno se pregunta: ¿las máquinas para qué quisieran generar y acumular el dinero, la riqueza? No lo necesitan, ¿o sí?
Sin embargo, entre tanta verborrea debemos darle el mérito de ofrecer una pequeña joya, escondida en la página 245… “Pero para profundizar en cualquier tema se necesita mucho tiempo, y en particular el privilegio de perder el tiempo. Es necesario experimentar con caminos improductivos, probar con callejones sin salida, dejar espacio a las dudas y el aburrimiento, y permitir que pequeñas semillas de perspicacia crezcan lentamente y florezcan. Si no podemos permitirnos perder el tiempo, nunca daremos con la verdad”.
Ah, ¿verdad? Entonces el futuro no es de las computadoras, las máquinas, los robots y los superhombres auto modificados, ¿no es cierto, señor Harari? El ser humano tiene esperanza, algo que su libro parece negarnos. Parece que el vato no es tan güey.
En fin.
Noah Harari, Yuval, 21 lecciones para el siglo XXI, Penguin Random House Grupo Editorial, México, 399 pp., 2018. Traducción de Joanmènec Ros. Colección Debate.
Dicen algunos de los más importantes pensadores contemporáneos como Nicholas Carr, Gilles Lipovetsky y hasta el filósofo de moda, Byung-Chul Han, que el pensamiento en esta época de la postverdad, se ha convertido en un ejercicio de la superficialidad, de lo evidente, de verdades de Perogrullo.
Tal vez esa sea la razón que explica cómo es posible que gente, tanto expertos en las tecnologías de la información como intelectuales que merecen nuestro más grande respeto, se hayan dejado seducir por un discurso falto de profundidad y de propuestas. Y me refiero precisamente al libro que hoy nos ocupa: las 21 lecciones para el siglo XXI, de Yuval Noah Harari.
El texto en cuestión es el tercero de una serie que incluye De Animales a dioses y Homo Deus; todos ellos dedicados a la historia y futuro de la humanidad.
Debemos confesar que cuando abordamos el primero teníamos grandes expectativas sobre su contenido. La primera parte resultó un agradable y completo paseo a través de la historia humana, de la mano de una excelente prosa y bien documentada tarea.
Los problemas comenzaron cuando el autor inició la interpretación de sus datos. Ahí, la puerca torció el rabo, pues resultó una serie de visiones parciales e ideológicamente tendenciosas que acabaron por desesperar a éste y otros lectores con los que comentamos dicho material. De ahí que se tomara la decisión de ya ni siquiera intentar leer el segundo volumen y menos aún reseñarlo en este espacio.
Sin embargo, no sé si afortunada o desafortunadamente se le hizo tal propaganda al tercer tomo de la serie, incluido mi filósofo de cabecera, mi padre, quien me lo recomendó como una lectura imperdible, por lo que decidimos abordar la lectura de un libro que nuevamente vuelve a decepcionarnos terriblemente, pues carga con las mismas visiones, las mismas interpretaciones parciales y el mismo sustrato reaccionario y maniqueista, aunque el autor se la pase a todo lo largo del texto diciendo y repitiendo que no lo es.
En principio se supone que es un trabajo que pretende plantear las alternativas del hombre ante los desafíos del siglo actual. Pero lo que nos pinta es el futuro de sólo una parte de la humanidad, la del primer mundo, las grandes potencias y Europa, donde rápidamente se apunta, y deja de lado al resto de las regiones y países. A unos por fundamentalistas, sean éstos árabes, rusos, comunistas o africanos. Y a otros porque me imagino que no existen en su radar analítico, como América Latina, de quien sólo hace referencia una vez, a pesar de que mantiene un discurso permanente de “globalidad”.
No entraremos en detalle sobre gran parte de los temas que “aborda”, pues son clichés y superficialidades inocuas, que sólo demuestran de qué pie cojea este historiador.
Sólo diremos antes de entrar al tema que nos interesa (la tecnología) que, como muchos “pensadores” actuales, el autor suele confundir liberalismo con neoliberalismo como si fueran la misma cosa, aunque ignoramos si es un bebé inocente o lo hace de manera perversa. El lector decidirá.
Además de no ofrecer ninguna novedad de visiones sobre los avances tecnológicos, lo que demuestra es que no domina el tema. El autor nos pinta un futuro apocalíptico y devastador para los seres humanos frente a los avances de la IA, la biotecnología y lo que él llama la “infotecnología”: donde las máquinas, la inteligencia artificial, el big data y su uso son los grandes ganadores y convierten al ser humano en el gran perdedor y sobrante de la historia.
Un ejemplo. Dice: “A pesar de la posibilidad de que aparecieran muchos nuevos empleos humanos, quizá presenciaríamos el surgimiento de una nueva clase “inútil”. De hecho, podríamos tener lo peor de ambos mundos, y padecer a la vez unas tasas de desempleo elevadas y escasez de mano de obra especializada”. ¿Acaso no es eso lo que nos ha brindado con prodigalidad el neoliberalismo?
Hay incluso una parte donde lleva a tal punto del absurdo su prospección del futuro, en donde la economía y la productividad están en manos de las máquinas, que uno se pregunta: ¿las máquinas para qué quisieran generar y acumular el dinero, la riqueza? No lo necesitan, ¿o sí?
Sin embargo, entre tanta verborrea debemos darle el mérito de ofrecer una pequeña joya, escondida en la página 245… “Pero para profundizar en cualquier tema se necesita mucho tiempo, y en particular el privilegio de perder el tiempo. Es necesario experimentar con caminos improductivos, probar con callejones sin salida, dejar espacio a las dudas y el aburrimiento, y permitir que pequeñas semillas de perspicacia crezcan lentamente y florezcan. Si no podemos permitirnos perder el tiempo, nunca daremos con la verdad”.
Ah, ¿verdad? Entonces el futuro no es de las computadoras, las máquinas, los robots y los superhombres auto modificados, ¿no es cierto, señor Harari? El ser humano tiene esperanza, algo que su libro parece negarnos. Parece que el vato no es tan güey.
En fin.
Noah Harari, Yuval, 21 lecciones para el siglo XXI, Penguin Random House Grupo Editorial, México, 399 pp., 2018. Traducción de Joanmènec Ros. Colección Debate.