Con el tema de las celebraciones alrededor de los muertos y
los sincretismos culturales en los que nos vemos envueltos, principalmente con
la agresión comercial y la invasión cultural venida del norte, nos pareció interesante
retomar un pequeño ensayo del antropólogo Marvin Harris, que es parte del libro:
Vacas, Cerdos, guerras y brujas. Los
enigmas de la cultura, editado por
Alianza Editorial.
Se calcula que más de medio millón de personas fueron
declaradas culpables de brujería y murieron quemadas en Europa, entre los
siglos XVI y XVII. Los crímenes: el pacto con el Diablo, viajar por el aire montadas en escobas, los
aquelarres y todo lo que se le ocurría a la Santa Inquisición y alucinaba el
populacho que encontraba en estos personajes un excelente chivo expiatorio para
liberar las enormes tensiones sociales a los que estaban sometidos, con una
iglesia altamente corrupta y gobernantes viviendo en la más escandalosa
opulencia, a costa de su pobreza.
Aunque existen un enorme número de “confesiones”, poco se
puede sacar en claro de historiales de brujas autoreconocidas voluntariamente.
Hay que recordar que un enorme porcentaje de estas “declaraciones” fueron
obtenidas bajo tortura, lo que nos permite sospechar que muchas de ellas eran
elucubraciones desarrolladas por los encargados de los interrogatorios y las
políticas ideológicas vigentes en el momento de la “confesión”.
Aunque prácticamente todas las sociedades tienen algún
concepto sobre la brujería, la locura por este fenómeno en Europa en este
periodo fue más feroz, duró más tiempo y causo más víctimas que en cualquier
otro periodo o lugar.
Fue el Papa Inocencio VIII, quien promulgó una Bula en 1448
que autorizaba a los inquisidores Heinrich Institor y Jakob Sprenger a emplear
todo el poder de la Inquisición para extirpar a las brujas de toda Alemania, en
principio. Ellos fueron los autores del famoso libro El Martillo de las Brujas, que sería para siempre el manual
completo del cazador de brujas.
Una de las acusaciones favoritas era precisamente el hecho
de volar para acudir a los famosos Aquelarres secretos.
Descubrimientos recientes del vuelo sobre escobas ha
demostrado (Según Michael Harner, profesor de la New School for Social
Research) que las brujas se asociaban popularmente con el empleo de ungüentos
mágicos. Antes de emprender el “viaje”, se untaban con ellos. Al parecer se trataba
de una sustancia verdosa que se aplicaba en las manos, la frente e, incluso en
la zona genital. En algunos relatos, se dice que la bruja aplicaba el ungüento
a un bastón tras lo cual “amblaba y galopaba contra viento y marea cuando y en
la forma en que le apetecía”.
Al parecer, dicha sustancia estaba compuesta por hierbas
frías y soporíferas como la cicuta, la hierba mora, el beleño y la mandrágora. Al
parecer su aplicación provocaba un sueño profundo hasta por 36 horas, con
sueños vívidamente eróticos y una sorprendente sensación de poder volar.
Los investigadores creen que el agente alucinógeno es la
atropina, un poderos alcaloide presente en la mandrágora, el beleño y la
belladona. La característica de este alucinógeno es que puede ser absorbido a través
de la piel, incluso su inhalación parece ser capaz de dar la sensación de que
los pies se vuelven más ligeros y se tiene la sensación embriagadora de volar.
El ungüento siempre se aplicaba antes de la experiencia, nunca después.
El investigador Harner apunta: “El empleo del bastón o
escoba era indudablemente algo más que un acto simbólico freudiano; servía para
aplicar la planta que contenía atropina a las membranas vaginales sensibles,
así como para proporcionar la sugestión
de cabalgar sobre un corcel, la ilusión típica del viaje de las brujas al
aquelarre”.
Curiosamente, en América hay un buen número de plantas que
contienen la atropina alcaloide, todas ellas del género de plantas Datura. Incluso estas plantas son
utilizadas por los chamanes mayas actuales y seguramente también en la época prehispánica fue bien conocida
(recomendamos, revisar al novedosa obra de la doctora Mercedes de la Garza,
investigadora de Centro de Estudios Mayas de la Unam, Sueño y éxtasis, visión chamánica de los nahuas y los mayas). Entre
ellas destacan las llamadas, hierba Jumson, estramonio, trompeta de Gabriel o
hierba del diablo, esta última es la que “utilizaba” Carlos Castaneda en sus
experiencias con Don Juan.