lunes, 8 de noviembre de 2010

La reina roja de Palenque

Desde la adolescencia tuvimos una enorme debilidad por aquellos temas científicos que iban desde el comportamiento animal hasta el funcionamiento del universo. En cambio, el interés por el pasado de la humanidad fue impreso desde pequeño por nuestros padres y que derivaría en el ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), para estudiar la carrera de Historia. Por otro lado, el interés por la ciencia nos guiaría de muy extrañas maneras a convertirnos en divulgadores de la ciencia y la tecnología en el CONACyT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) y luego en la iniciativa privada.
¿Por qué de todo esto? Pues porque creemos que una vez que  National Geographic y Discovery Channel cayeron en el juego del raiting, la ciencia y la tecnología se fugaron de lo que ellos entienden por divulgar el conocimiento, pecado que esperamos les pese en la conciencia.
Así, hoy somos testigos de una programación lamentable, llena de estupideces, de absurdos, superficialidades y de una falta de rigurosidad que raya en la oligofrenia. Tan sólo revise la programación de cualquier día y seguramente encontrará un 99% de basura y, si tiene suerte, el resto de temas que valen la pena.
Sin embargo, hace unas semanas, platicando con uno de nuestros mejores amigos, el doctor Alberto Soberanis, sobre un viaje al sureste que habíamos realizado, apuntó la existencia de un documental de Discovery Channel, titulado: Reina Roja, un misterio maya.
La verdad es que no se nos antojaba nada, pero nada, echarle una mirada a ese material, pues ya habíamos tenido una pésima experiencia con otro video de National Geographic, llamado: El reino perdido maya, mismo que, hay que decir en su descargo, tenía unas excelentes tomas, pero lleno de estupideces y lugares comunes, digno producto de consumo para la mass media estadounidense.
Pero la curiosidad es canija y masoquista, así que conseguimos el video y enorme sorpresa nos llevamos al disfrutar un excelente trabajo de investigación, con la participación de connotados investigadores, entre los que destacan el gran epigrafista David Stuart (del cual estamos leyendo un trabajo denominado: Comentarios a las inscripciones del templo XIX de Palenque); Fanny López, quien descubriera la tumba de nuestro personaje; Vera Tiesler, de la Universidad de Yucatán, quien finalmente develaría la identidad de la enigmática reina roja y; un grupo de historiadores, paleontólogos y demás investigadores que le dan solidez a este trabajo visual.
¿Pero, quien es la reina roja? Pues la reina roja, llamada así porque al ser enterrada fue cubierta totalmente por cinabrio, un pigmento de color rojo, asociado al inframundo maya, y cuya importancia es casi tan grande como la de Pakal, señor de Palenque y que fue sepultado en el famoso Templo de las Inscripciones.
La riqueza de las ofrendas y los numerosos registros de esta mujer en las diferentes inscripciones en la ciudad, llevaron a los investigadores a plantearse la cuestión de quién podría ser esa poderosa mujer que aparece cerca del gran Pakal y sus descendientes.
Al principio se pensó que bien podría ser su madre (Sak K´uk, Señora Quetzal Blanco), incluso un antepasado común (Yohl ik´ Nal Chiik) y, por último, la esposa de este poderoso gobernante (Tzac Bu Ahau, Señora de la sucesión),  sin embargo, los estudios genéticos realizados a los huesos han arrojado luz para poder afirmar categóricamente que se trata de la esposa de este poderoso señor y madre de dos reyes más. Cabe aclarar que esta afirmación no es definitiva pues si bien los restos de la reina roja indican que no existe ningún parentesco entre Pakal y ella, aún se tiene la esperanza de que puedan localizarse los restos de los dos señores posteriores a Pakal y herederos de ambos, con lo que podría confirmarse el parentesco entre todos ellos.
Esta es una historia fascinante que no le pide nada a otros descubrimientos alrededor del mundo, así que si quiere saber cómo se ha desarrollado esta Odisea científica, le recomendamos leer el libro: La reina Roja, el secreto de los mayas de Palenque, escrito por la colega Adriana Malvido, reportera del diario La Jornada y que hace una amena y emocionante reseña del descubrimiento y sus posteriores vicisitudes.
Adicionalmente, y aunque no está permitido entrar al templo, cuando vaya a Palenque, recuerde que la estructura que albergaba los restos de esta importantísima mujer están entre el impresionante Templo de las inscripciones (contenedor de la tumba de Pakal), y el templo de la calavera, llamado así por la calavera de estuco que aparece en la parte superior izquierda del mismo.

Reina roja, un misterio maya , Bettina Hattami, Discovery Networks Latin America Iberia, 2007, 90 minutos, DVD.
Malvido Adriana, La reina roja, el secreto de los mayas en Palenque, 2da. edición, Ramdom House Mondadori, México, 2006, 278 p.  

Sobre la arqueología de la violencia

Ya en un texto anterior habíamos hecho referencia a uno de los antropólogos, a nuestro entender, más influyentes del pasado siglo. Nos referimos, obviamente al querido y malogrado Pierre Clastres.
Este antropólogo, de corte anarquista, ha sido quizás el especialista más incómodo para la antropología tradicional, encabezada por Claude Lévi-Strauss y a quién en este texto, para variar, lo deja muy mal parado y no hablemos siquiera de  los antropólogos marxistas los cuales no merecen apenas unos cuantos párrafos lapidatorios.
El texto que hoy nos ocupa, Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas, es un pequeño trabajo que aborda el papel de la guerra en las sociedades primitivas.
La primera parte del texto, incluye una rápida visión de cómo han visto los diferentes viajeros y especialistas a este tipo de sociedades, desde el descubrimiento de América hasta la actualidad. Si bien, Clastres centra su análisis en las visiones de Thomas Hobbes y Claude Lévi-Strauss, no deja títere con cabeza desde los primeros exploradores y sus ideas sobre el buen salvaje o el Ser para la guerra,  hasta las percepciones actuales, muchas de las cuales han sido concebidas en la comodidad del gabinete.
La segunda parte, se enfoca ya en la propuesta de este investigador que tomara, como base de sus estudios, a la etnia de los Yanomani, habitantes del Amazonas venezolano y con los cuales viviera durante un largo periodo, estudiando a este grupo, considerado el más primitivo del planeta.
En primer lugar, dice Clastres, hay que asumir que las sociedades primitivas, es decir las sociedades sin división de clases y basadas en las unidades familiares, son sociedades de la abundancia y, por ende, sociedades del ocio, lo que significa que son sociedades autosuficientes que desconocen la acumulación de cualquier tipo de excedentes y riqueza y que, si bien existe la figura del jefe, éste no tiene más poder que el ser solamente el portavoz de la comunidad.
En segundo lugar, estas sociedades viven y buscan mantener la unidad como grupo, la libertad del mismo y la dispersión en el terreno físico donde habita, de tal manera que conceptos como el intercambio, es un mal necesario, aun cuando se trate del intercambio de mujeres (pues recuérdese que en estas sociedades el incesto es uno de los tabús más importantes), así como el de ver al vecino, como el otro, el extraño y, en última instancia, como el enemigo, a menos que se le considere digno de convertirse en un aliado coyuntural.
Y es aquí que, para poder mantener este equilibrio, es necesaria la guerra, y no hablamos de una guerra de conquista, que daría lugar a la primera opresión al existir un vencedor y un vencido, sino como una forma de garantizar la dispersión y la independencia de cada una de estas comunidades. De tal manera que el salvaje vive en un estado permanente de alerta guerrera. Dice Clastres: “la guerra no es efecto de la fragmentación, sino que la fragmentación es efecto de la guerra. Y no sólo su efecto, sino su finalidad.  La guerra es a un tiempo causa y medio de un efecto y una finalidad buscados: la fragmentación de la sociedad primitiva. En su ser, la sociedad primitiva quiere la dispersión.”
Por ello, la comunidad se asume como tal, cuando sólo se inscribe en ella el grupo local, lo demás, lo que se encuentra más allá de su territorio, es lo extraño y cuando mucho un aliado que puede estar cerca ya sea a través del intercambio y/o del parentesco.
¿Qué importancia tiene todo esto? Simple. ¿Cómo podemos entender el proceso de complejidad de la humanidad y sus culturas, si no podemos explicar cuáles eran las características originales de la humanidad, y de cómo fue que éste paraíso se perdió definitivamente cuando el poder apareció y fue detentado por unos pocos sobre otros muchos?
Clastres, Pierre, Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas, 2da. Edición, FCE, Argentina, 2009, 79 p. Colección popular 646. Trad. Luciano Padilla López.

El duelo o una cuestión de honor

Siempre hemos sentido una enorme debilidad por los escritores de la segunda  mitad del siglos XIX y principios del XX. Así, hemos devorado la obra de Alejandro Dumás, Julio Verne, Walter Scott, Eca de Queiros, Machado de Asís, Hans Christian Andersen, Manuel Altamirano, Manuel Altamirano, Jack London, Antón Chejov, Víctor Hugo y Rudyard Kipling,  por sólo nombrar algunos. Si bien todos ellos son de nuestros preferidos, El señor Joseph Conrad (1857-1924).
Para quienes no ubican a este escritor Polaco, pero que produjo toda su obra en inglés, permítannos enumerar algunas de sus más conocidas obras: Ahí, está Tifón, El corazón de las tinieblas (que diera la base para el argumento de la película Apocalipsis now, de Francis Ford Coppola) y quizás su novela más conocida: La locura de Almayer. Si bien se le suele ubicar como uno de los precursores del modernismo literario, Conrad se encuentra con un pie en el romanticismo y otro en el modernismo.
Todas sus obras mantienen una preocupación obsesiva por las pasiones humanas y cómo estas llevan a la destrucción de sus personajes. Además, este escritor mantiene al mar  y sus hombres como una constante que tiene su origen en sus experiencias como marino de  diferentes flotas inglesas.
Así las cosas, ahora nos ocupamos de un relato que originalmente se incluyó dentro de una colección conocida como “seis relatos”,  bajo el título de “El duelo” publicado por primera vez en Inglaterra.  En la edición que hoy nos ocupa, aunque está basada en la primera edición estadounidense, toma el título alternativo de “Una cuestión de honor, una historia militar”.
Ubicada en el periodo de las guerras napoleónicas, el tema de este relato es, sin duda, los alcances de la estupidez humana, tema muy socorrido por el autor, encarnado en la persona de el teniente Feraud y que arrastra con él al ecuánime teniente D´Hubert hasta sus últimas consecuencias.
Es importante resaltar que una característica del estilo de Conrad, es que se presta a una fácil lectura y deleite de cada una de las escenas de sus obras.
De esta manera, el autor nos llama la atención sobre cómo en una situación sin mayor importancia, la humanidad es capaz, por diferentes causas, de llegar  hasta la locura más absurda y, como somos capaces de prolongar este estado hasta la muerte.
Por ello, a lo largo del texto, el lector puede atisbar un sinnúmero de oportunidades que pudieron dar fin una situación insostenible que, sin embargo, Feraud se encarga, sistemáticamente de echar por tierra, en un desvarío inexplicable.
Sea pues, este pequeño texto, una invitación a asomarse a uno de los más importantes escritores de la historia. Baste sólo añadir que este pequeño relato, fue admirado por autores de la talla de Franz Kafka, Samuel Beckett y Philip Roth. ¿vale?
Conrad, Joseph, Una cuestión de honor, una historia militar, editorial El olivo azul, España, 2009, 109 p. Colección Narrativas del Olivo Azul. Traducción de Eric Jalain.