Palabra de lector 73
Los mapas.
En algún momento de nuestra vida hemos utilizado un mapa, ya sea impreso o
virtual (GPS). De hecho, todos sabemos hacer o leer mapas, sólo que muchas
veces no nos damos cuenta. Pues constantemente hacemos “diagramas mentales”
para crear una ruta, calcular una distancia o saber en dónde estamos parados, o
escritos en una servilleta, un pedazo de papel, tela o cualquier superficie.
Por ello,
es muy probable que los mapas nos hayan acompañado desde los primeros tiempos
de la humanidad. A lo largo de la historia se han ido haciendo más complejos y
completos, hasta llegar a ejemplos como el famoso google maps (el número 12 de la lista del presente trabajo), el más
complejo de la historia y construido con base en bits y bytes.
Está de
más apuntar que este escribidor es un fanático de los mapas, por lo que el
texto de Jerry Brotton, La Historia del mundo en 12 mapas, nos conquistó
desde la primera línea.
Se trata,
efectivamente, de una obra construida alrededor de 12 mapas del mundo conocido
(según el contexto histórico de cada uno de ellos). Arranca con el
descubrimiento, en 1881, de un pequeño fragmento de una tablilla de arcilla
cuneiforme de 2 mil 500 años de antigüedad, en las ruinas de la que fuera la
ciudad babilonia de Sippar, hoy conocida como Tell Abu Habbah, en la periferia
suroriental de la actual Bagdad.
“La
tablilla es el objeto más antiguo conservado que representa el mundo entero en
un plano a vista de pájaro, mirando la Tierra desde arriba. El mapa se compone
de dos anillos concéntricos, dentro de cada uno de los cuales hay una serie de
círculos, rectángulos y curvas aparentemente arbitrarios, y todos ellos
están centrados en torno a un agujero al parecer realizado con un temprano
compás. Se trata pues, de la
representación del mundo conocido y de un completo diagrama de la cosmogonía
babilónica y con el mundo habitado como su manifestación.”
No hay que
olvidar que durante siglos, el único modo de aprehender el mundo fue por medio
de la imaginación, y los mapas del mundo mostraban, imaginativamente, qué
aspecto podría tener ese mundo fisicamente incognoscible. Los cartógrafos no
sólo reproducen el mundo, sino que lo construyen.
En la edad
media, exactamente en el final del siglo XIII, los mapas tenían un fuerte
sentido religioso. En ese sentido, el mapamundi de Hereford es único y
considerado como uno de los mapas más importantes de la historia de la
cartografía, y el mayor de su clase que se ha conservado intacto durante casi
800 años.
Éste representa
una visión enciclopédica del aspecto que tenía el mundo para un cristiano
del siglo XIII, y ofrece tanto un reflejo como una representación de las
creencias teológicas, cosmológicas, filosóficas, políticas, históricas,
zoológicas y etnográficas del mundo cristiano medieval. Pero por más que sea
el mapa medieval más grande que existe, no por ello deja de ser en cierto modo
un enigma. No se sabe exactamente cuándo se hizo, ni su función exacta en la
catedral, ni se sabe con certeza por qué se encuentra en una pequeña
población catedralicia de la frontera anglo-galesa.
Cuando el
visitante actual se dirige a Hereford y entra en el anexo de la catedral para
examinar el mapamundi, lo primero que llama la atención es el extraño aspecto
que tiene el objeto. Con una forma que recuerda al hastial de una casa, el mapa
parece ondular y serpentear como un animal misterioso, lo que, de hecho, es lo
que es. Con sus 1.59 metros de alto y 1.34 de ancho, el mapa está dibujado sobre
una enorme piel de animal.
Lejos de
ello, este mapa emana una aureola casi orgánica, encarnando un mundo caótico y
bullicioso, lleno de maravillas, pero también rodeado de horrores. La mayor
parte del pergamino contiene una representación circular del mundo, retratado
dentro de una vasta esfera rodeada de agua.
No se
trata de un mapa tal como podemos entenderlo en cualquier sentido moderno.
Lejos de ello, constituye una imagen de un mundo definido por la teología, no
por la geografía, donde el lugar se interpreta en virtud de la fe antes que de
la ubicación, y donde el paso del tiempo según los acontecimientos bíblicos es más
importante que la representación del espacio territorial.
Ya en
pleno siglos XIX, y en la Francia napoleónica, los mapas comienzan a jugar un
papel distinto. Tras derrocar a las autoridades republicanas en 1799, el famoso
Corzo se coronó a sí mismo como el emperador Napoleón I, en diciembre de
1804. Sólo unas semanas antes de su coronación, escribió a su jefe de Estado
Mayor del ejército, Louis-Alexandre Berthier, en relación con los movimientos
de tropas francesas al otro lado del Rin: “Se está pidiendo a los
ingenieros-geógrafos que hagan catastros [mapas de propiedades] en lugar de
mapas militares, lo que significa que dentro de veinte años no tendremos nada…
Si nos hubiéramos limitado a hacer mapas de la escala de Cassini (haciendo
refrencia a la familia de dicho apellido que desde el siglo anterior llevaba
tres generaciones de medidas y levantamientos topográficos de toda Francia), ya
tendríamos toda la frontera del Rin. Lo único que pedía era que se
completara el mapa de Cassini”. Por lo que a Napoleón se refería, la escala y
el detalle de los mapas de Cassini eran instrumentos perfectos para la
actividad militar.
Diez años
después, mientras sus enemigos se abatían sobre él, una pequeña anécdota
manifiesta hasta qué punto los mapas de Cassini habían impregnado y configurado
la conciencia nacional.
En febrero
de 1814, Napoleón pasó la noche en la remota aldea de Her, en la región de
Champaña-Ardenas, preparándose para la batalla de Arcis-sur-Aube, que
resultaría ser la penúltima ofensiva antes de su abdicación y exilio a Elba.
Napoleón
y sus oficiales, que se alojaban en la vivienda del párroco local, se sentaron
a cenar, momento en el que -según recordaría el fiel secretario de Napoleón,
el barón Fain- “nuestro anfitrión se percató no sin dificultad de hasta qué
punto sus huéspedes militares estaban familiarizados con las inmediaciones, e
insistió en que todos debíamos de ser nativos de la Champaña. Para
explicarle la causa de su asombro, le mostramos algunas hojas de Cassini, que
todos llevábamos en los bolsillos. Aún se mostró más asombrado cuando
encontró en ellos los nombres de todos los pueblos vecinos: tan lejos estaba
de pensar que la geografía entraba en tales detalles”.
El hecho
de que prácticamente todo el séquito de Napoleón tuviera ejemplares de los
mapas de Cassini da testimonio de su uso militar. Pero su revelación casi
mágica ante el incrédulo sacerdote, también muestra hasta qué punto
parecían salvar las diferencias regionales (con independencia de la realidad);
por encima de todo, el sacerdote y el soldado eran “franceses”, prescindiendo
de sus diferencias religiosas o idiológicas.
Así, la
aventura a través de la historia, nos permite atisbar los conceptos sobre el
mundo y su universo en las muy diferentes culturas. Desde la idea del paraíso
como axis mundi y el lugar de cada reino a su alrededor, hasta los detallados
accidentes orográficos e hidrográficos capitalizados durante las guerras
Santas; así como entender las visiones judías, árabes, orientales o cristianas
sobre el mundo conocido.
Evidentemente,
en todo ello no se pierde de vista la influencia de Ptolomeo y cómo poco a poco
se van abandonando los conceptos clásicos griegos en beneficio de una visión
más científica del mundo; hasta llegar a su apogeo en la era de las grandes
exploraciones, donde la medición y la forma del globo terráqueo llevará a
diversos intentos de medir la esfera y desarrollar novedosos sistemas métricos.
Como
sucedería en Francia, con la creación del metro y el uso de los mapas ya con
claros fines militares, económicos y financieros, que convertirían también a
los mapas en excelentes minas de beneficios económicos a sus cartógrafos y
cosmógrafos, lo cual terminará por convertirlos en herramientas para entender
la geopolítica mundial. Así pues, la idea del geógrafo resultará una tarea
relativamente reciente.
Finalmente,
y con el advenimiento de la tecnología y de aquella famosa fotografía tomada
por el Apolo 17, en 1972, esta pequeña y frágil esfera azul adquirirá una nueva
y totalmente distinta concepción, que se convertirá en botín y motivo de
seguridad nacional para diversas naciones en el globo.
Sea pues éste
un viaje grandioso e ilustrativo al cual invitamos montarse cual exploradores
del siglo XVI, para descubrir las maravillas que nuestra casa nos ha ido
develando a lo largo de la historia.
Una última
cuestión. En cada capítulo, correspondiente a cada uno de los 12 mapas, le
sugerimos tenerlos muy presentes y googlearlos
para entender mejor qué es lo que nos describe el autor. Que lo disfruten.
Brotton,
Jerry, Historia del mundo en 12 mapas, Penguin Random House, Colombia,
635 pp, 2014. Traducción de Francisco J. Ramos Mena. Colección Debate.