jueves, 29 de octubre de 2015

León Tolstoi, relatos


Palabra de lector 8


Dice mi madre, egresada de la carrera de letras en la UNAM, que quien no ha leído a los escritores rusos del siglo XIX, no conoce a cabalidad la literatura. Cuando uno se enfrenta a los textos de cualquiera de ellos, como Chejov, Dostoyevski, Gogol, Pisemski, Pushkin, Turguenév y Tolstoi, no queda más remedio que darle toda la razón.

Y es que leer a estos grandes maestros no sólo es sumergirse en las grandes pasiones humanas, sino también es reconocerles una capacidad única para describir los paisajes y el mundo de una era que estaba por fenecer: la de las grandes contradiciones del campo y la ciudad, que en la Rusia Zarista llega a niveles de crudeza tan estrujante que a veces resulta insoportable para los lectores sensibles.

Emergidos de una nación amante de las letras, principalmente de la poesía y la narrativa, los escritores de este periodo explotaron el romanticismo y el realismo como corrientes principales de sus obras. Ahí destacan los dos más grandes escritores de su tiempo: Fiodor Dostoyevski con Crímen y Castigo (1866) y Los hermanos Karamazov (1880), y León Tolstoi con Guerra y Paz (1863-1869) y Ana Karenina (1877). Pero para esta entrega nos concentraremos en otro tipo de obra de uno de ellos, Tolstoi: el relato.

Se trata de una hermosa edición de la editorial  Alba que presenta casi todos los cuentos escritos por Tolstoi a lo largo de su vida, con excepción de algunos por su larga extensión, como La muerte de Iván Illich, La mañana de un señor, y El billete falso o felicidad conyugal.

El autor nació en 1828, en Yasnaia Poliana, en la region de Tula, Rusia. Proveniente de una familia de la alta aristocracia, tuvo una juventud, digamos que algo disipada, la cual terminaría abruptamente cuando entró en contacto con sus siervos, en sus propiedades del campo ruso, al ver las condiciones tan terribles en las que sobrevivían los mujics (campesinos rusos).

Para Tolstoi, la literatura era el medio para exponer sus ideas; por eso en casi toda su obra aparecen personajes autobiográficos, y por ello es un narrador fascinante, predicador, moralista, pedagogo y a veces hasta un charlatán. Tal vez esa sea la razón por la que mucha gente se acerca a Tolstoi con sentimientos encontrados: se admira al artista pero se ponen barreras al predicador, y sin embargo resulta muy difícil separarlos. Pese a ello, es muy raro que un lector no sucumba ante el hechizo de sus textos.

León es un escritor cuyas tesis resultaban ser los ataques más sistemáticos y contundentes que en ese momento se hacían a la civilización occidental, a su hipocrecía, la inmoralidad y la criminalidad de las instituciones públicas y sus gobernantes. No teme condenar violentamente las transacciones basadas en el dinero, la violencia encubierta en las relaciones sociales y entre las naciones; tiene un claro rechazo de la propiedad privada sin llegar a las aún poco conocidas ideas comunistas, la injusticia en las relaciones entre clases sociales, así como la violencia y explotación contra los pobres y los campesinos.

Su obra se puede dividir en dos partes: una temprana, marcada por la crisis y la denuncia de las injusticias, y la otra basada en un cristianismo más cercano al pensamiento primitivo de los primeros cristianos y muy lejos de las iglesias y sus personajes (un ejemplo lo encontramos de manera humorística en el relato Los tres eremitas, 1885).

Los relatos de Tolstoi fueron concebidos de tal manera que cualquier hombre pudiera entenderlos y pueden llegar a ser, algunos de ellos,  reelaboraciones de leyendas o cuentos populares, casi siempre de temas campiranos, donde por lo general se ocupa de la revelación de la divinidad, de una experiencia mística.

Se dice que al final de su vida, Tolstoi le dijo a Máximo Gorki: “Los héroes son mentiras, invenciones. No hay más que personas, seres humanos; eso es todo.” En ese entonces estaba muy distanciado de su familia, por lo que decide abandonarla y esperar su muerte en un retiro, y escapa con su médico y discípulo Marivetski,  el 10 de Noviembre de 1910.

Sin embargo, cuatro días después sufre un ataque pulmonar por lo que encuentra refugio en la casa del jefe de estación de trenes, de Astapovo. Hasta allí llega su esposa Sofía para acompañarlo en sus últimos momentos; sin embargo ella no entra a la habitación hasta después de su deceso para no perturbar los últimos instantes del gran escritor, quien finalmente fallece el 20 de Noviembre de 1910.

Del presente volumen y sin el afán de influir en sus preferencias, me quedo con los siguientes relatos (en una selección harto difícil): Los tres eremitas, El diablo (1889-1899), Kornéi Vasiliev (1905), Amo y criado (1984-1895), El padre Sergio (1890-1898) y Cuánta tierra necesita un hombre (1885). Espero que lo disfruten como yo.

Tolstoi, León, Relatos, Alba editorial, España, 618 pp., 2006. Selección, introducción, traducción y notas de Víctor Gallego ballestero. Colección Maior, XXXIII.