Tomoko tiene doce años y es una niña que por diversas circunstancias debe separase de su madre e ir a vivir a casa de sus tíos. Lo que no sabe es que esa casa, más que una residencia, pareciera ser un lugar de fantasías, ya que tanto sus habitantes como lo que ahí pasa, resulta impactante para ella. El colmo, por supuesto, es La niña que iba en hipopótamo a la escuela, su prima.
Ésta es la historia de Tomoko y Mina, dos niñas que nos describen y nos muestran la magia que puede existir en la vida familiar. Desde los colores, los sabores, los hechos y las historias que ahí se desarrollan, atrapan al lector, pese a tratarse de una novela costumbrista, ubicada en el Japón de mediados del siglo pasado y de una familia acomodada.
Hay en el relato una sutileza y una suavidad en la estructura de la historia, que cada una de las situaciones es abordada con elegancia y tacto que el lector debe, más que constatar, adivinar lo que está sucediendo en la narración, como sucede con el primer amor de Mina.
La autora, Yoko Ogawa, utiliza los ojos de Tomoko para narrarnos una vida doméstica de una familia acomodada del Japón actual, pero que adquiere importantes tintes mágicos a la vista de esta niña que poco sabe de ello.
Las descripciones de las actividades de los personajes, la forma en como se abordan los hechos cotidianos, adquieren desde la voz de Tomoko una forma distinta y deseable de atrapar esa tibieza de la que nos hace partícipes.
Dice Tomoko: “Por encima de cualquier escultura o cerámica valiosa, en la casa de Ashiya los libros eran considerados de primerísima importancia. Para poder consultarlos en todo momento, cada habitación disponía de su propia biblioteca, e incluso los niños podían coger con toda libertad los libros para adultos. Manuales especializados de farmacia en alemán, los álbumes de Mina o los suplementos de El amigo del hogar de la señora Yoneda, todos eran tratados equitativamente, de forma imparcial.
“En la casa de Okayama no teníamos ni una sola estantería con libros, y como la única letra impresa existente se limitaba a las revistas de modas o patrones de corte y confección que mi madre utilizaba para su trabajo, al principio me sentí impresionada al ver tantos volúmenes en un lugar distinto a una biblioteca”.
Así, mientras su prima se pasa el día entre libros o jugando con cerillos, su tío (director de una gran fábrica) se ausenta misteriosamente de la casa. Su tía abuela es alemana y habla con mucho trabajo el japonés, y su vida se ve completada por la presencia de un hipopótamo enano, que Mina utiliza como medio de transporte para ir a la escuela primaria, debido al asma crónica que le aqueja.
Sólo basta decir que esta novela ganó el Premio Tanizaki 2006, y es considerada por los japoneses como una obra llena de optimismo mágico y poesía. La obra se inscribe en el ciclo dedicado a la amistad y la infancia, iniciado por la autora con el libro de La fórmula preferida del profesor, ya reseñada en este espacio con anterioridad. Servidos.
Ogawa, Yoko, La niña que iba en hipopótamo a la escuela, Editorial Fonambulista, España, 413 pp., 2011. Traducción de Yoshiko Sugiyama. Colección Literatura.