domingo, 22 de septiembre de 2019

Atrapados

Palabra de lector 73

Un texto imprescindible para los optimistas tecnológicos. Es pues, como lo dice su autor, un libro sobre la automatización, sobre el uso de las computadoras y el software para hacer cosas que solíamos hacer nosotros mismos. Y es que el autor, el mismo de "Superficiales", nos alerta sobre el porqué, y por qué estamos tan dispuestos a aceptar el trato, debemos echar un vistazo a cómo determinados sesgos cognoscitivos (fallos en nuestro modo de pensar) pueden distorsionar nuestras percepciones.
La mayoría asume que la automatización es benigna, que nos eleva a misiones superiores sin alertarnos sobre sus peligros; que puede ser perjudicial para nuestro trabajo, nuestro talento y nuestra vida, ya que puede estrechar nuestras perspectivas y limitar nuestras elecciones, puede someternos a la vigilancia y a la manipulación y, para demostrarlo, recurre a numerosos ejemplos a lo largo de este trabajo.
Desde su punto de vista, el problema de la automatización es que muchas veces nos da lo que no necesitamos a costa de lo que sí. Por otra parte, nuestra forma de comportarnos o de pensar, una falacia que los académicos han venido a llamar “el mito de la sustitución”.
Un dispositivo que disminuye el volumen de trabajo no sólo ofrece un sustituto para algún componente aislado de un trabajo. También altera la naturaleza de toda la actividad, incluidos los roles, las actitudes y destreza de las personas que participan en ella.
Como explicara en el año 2000 Raja Parasuraman (profesor de psicología en la George Mason University, Fairfax) en un artículo: "La automatización no sólo suplanta la actividad humana, sino que más bien la cambia, con frecuencia de manera no intencionada ni anticipada por los diseñadores”, la automatización rehace tanto el trabajo como al trabajador.
De esta manera, la persona que maneja una computadora ocupa el rol de un empleado de la tecnología que introduce datos, monitoriza las respuestas y busca fallas. En lugar de abrir nuevas fronteras de pensamiento y acciones a sus colaboradores humanos, el software estrecha nuestras perspectivas. Cambiamos talentos sutiles y especializados por otros más rutinarios y menos distintivos.
Cuando las personas abordan una tarea con la ayuda de la computadora, son víctimas muchas veces de un par de afecciones cognitivas: la complacencia automatizada y el sesgo por la automatización. Ambas revelan las trampas que nos esperan cuando el camino de realizar operaciones importantes sin pensar en ellas. La complacencia automatizada, pues, tiene lugar una computadora nos atonta en una falsa sensación de seguridad.
El sesgo surge cuando las personas dan un peso excesivo a la información que aparece en sus monitores. Su confianza en el software se vuelve tan intensa que ignoran o desechan otras fuentes de información, incluidos sus propios sentidos. Por ejemplo, las aplicaciones de GPS con direcciones equivocadas o desactualizadas.
Finalmente, en lugar de ampliar las capacidades innatas del cerebro para la automaticidad, el automatismo se convierte con demasiada frecuencia, en un impedimento para la automatización. Al relevarnos del ejercicio mental repetitivo, también nos revela del conocimiento profundo.
Tanto la complacencia como el sesgo son síntomas de una mente que no está siendo desafiada, que no está comprometida totalmente la clase de práctica cotidiana que genera conocimiento, enriquece la memoria y construye habilidades.
Éste es uno de los temas que aborda el libro y que, repito, son una alarma ante la confianza irrestricta y el ciego optimismo hacia las máquinas y sus gurús-creadores de Silicon Valley, cuyos intereses no necesariamente están del lado de las personas y sí mucho más cerca del incremento de sus ya de por si enormes fortunas.
Carr, Nicholas, Atrapados, cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas, Taurus, México, 318 pp., 2014. Traducción de Pedro Cifuentes. Colección: Pensamiento

lunes, 29 de julio de 2019

La Armada invencible

Palabra de lector 72

Quizá uno de los hechos históricos más atractivos sea el de la creación, aventuras y desventuras de la famosa y desgraciada flota española, creada por Felipe II, cuyo fin era terminar con la herejía inglesa e imponer el reino del catolicismo en la Europa del Siglo XVI. Y de paso, terminar con la hegemonía de los piratas ingleses que tanto daño hacían a la marina española y el transporte de sus riquezas de la inagotable América.

Así es, nos referimos a la llamada Armada maravillosa o la Armada Invencible.

Para muchos historiadores, este hecho portentoso –donde no sólo juega la habilidad y la mejor tecnología inglesa en contra de los españoles, sino también las fuerzas de la naturaleza–, ha sido considerado como el inicio de la decadencia de la hegemonía hispánica. Aunque la presente obra ubica en su justa medida el valor de los hechos. El autor trata de mantenerse fuera de las cargas emotivas y prejuicios patrióticos, como suele suceder con los españoles e ingleses que abordan el tema.

Como dijimos, este hecho suele considerarse como un punto de inflexión en el reinado de Felipe II, que marcó el final de una etapa de indiscutible hegemonía hispánica. Como una bisagra que abría paso a otra época más dolorosa, de menor esplendor, en la que el Imperio de los Habsburgo españoles comenzaba a ser vapuleado por el resto de las potencias europeas.

Durante el estudio o la revisión del enfrentamiento entre españoles e ingleses en Canal de la Mancha, el autor opina que Felipe II no estaba tan distante de los deseos o de los sentimientos de sus súbditos cuando lanza sus barcos contra los ingleses. Toda España estaba ansiosa por ver de una vez solucionado el engorroso problema inglés y la sublevación de los Países Bajos.

La clase naviera y mercantil –quien en esos últimos quince o veinte años había visto sus intereses amenazados–, esperaba un golpe mortal contra el enemigo, que desapareciera el peligro del Océano y convirtiera de nuevo las aguas del Canal de la Mancha y del Mar del norte en rutas transitables para los barcos mercantes peninsulares.

Sin embargo, ello no fue posible y aquellas esperanzas fueron defraudadas, lo cual obligó al rey de España a instalar en el Océano una fuerza armada permanente.


El golpe para la marina mercante española fue muy duro. No sólo por la pérdida de hombres y navíos que representó dicha aventura, sino también por el reforzamiento del corso y la piratería protestante que siguió, y cuya figura más destacada fue el famoso Francis Drake.

Esta consecuencia fue tan trascendente en la economía del Imperio, que el autor la llama “el efecto Drake”, lo cual conllevó el retraso en la llegada de las flotas cargadas de oro y plata a la Península entre 1594 y 1597.

Esto provocó graves crisis financieras que afectaron el mecanismo de toda la monarquía española, paradójicamente en medio de un periodo de clara abundancia de plata, inmovilización de capitales, detención de pagos en las ferias cédulas de seguros sin poderse cobrar, dificultad para transferir fondos a los países Bajos, etcétera.

Dicha crisis no resultaba de un descenso en la producción de plata, ni de la captura de tesoros a gran escala, sino del retraso de las flotas: “el oro y la plata llegaban en cantidades jamás vistas, dice el autor, pero demasiado tarde y, por ello, eran insuficientes”.

Finalmente, el hecho de la creación y destrucción de la Armada Invencible fue un episodio insólito, que puso de manifiesto las deficiencias estructurales del poder naval español. No provocó por sí misma ningún cambio trascendental en el panorama político o militar de finales del siglo XVI que no estuviera decidido con anterioridad.

Sin embargo, el episodio de la Invencible, al diluirse en el pasado, sí influyó en la historia en otro sentido. Su leyenda, engrandecida y falseada por una dorada niebla, se convirtió en heroica apología de la defensa de la libertad contra la tiranía, mito eterno de la victoria del débil contra el fuerte, del triunfo de David contra Goliat. Precisamente por esto, la leyenda de la derrota de la armada española llegó a ser tan importante como el hecho en sí.

Mattingly, Garrett, La armada invencible, epublibre, r1-0, pp. 603, 2018. Traducción de Jorge Argente. Conversión a PDF: FS, 2018.

miércoles, 17 de julio de 2019

Robinson Crusoe

Palabra de lector 71
Cuando estalló la guerra de sucesión en España, los ingleses aprovecharon el momento para incentivar la piratería por todo el mundo, así que un grupo de mercaderes de Bristol armó un par de barcos, el "Duke" y el "Dutchess" y le dieron el mando al capitán Woodes Rogers.
En 1709 doblaron el cabo de Hornos sin mayores contratiempos, y llegaron a la isla de Juan Fernández a reponer salud y fuerza. Al desembarcar, vieron a un ser extraño, vestido de pieles, que les hacía señas desde la playa. Era Alejandro Selkirk. Había pasado más de cuatro años en la isla, en completa soledad, pues tan sólo habían llegado unos barcos españoles, de los cuales pudo ocultarse en los bosques.
Para vivir, había logrado domesticar un rebaño de cabras y un centenar de gatos que lo protegían de las ratas que en los primeros tiempos estuvieron a punto de devorarlo. Durante esos años en la isla se había dedicado a una profunda lectura de la biblia; según sus propias palabras, había encontrado una paz espiritual nunca imaginada.
Después de mucho insistir, los ingleses convencen a Selkirk de embarcarse con ellos, y cuando zarpan de Juan Fernández iba como segundo de a bordo del "Dutchess". Cuando en Inglaterra se conoció su historia, relatada por él mismo, por Rogers y por Edward Cooke, piloto del Duke, se convirtió en un personaje legendario que sirvió de modelo para el "Robinson Crusoe" de Daniel Defoe.
Fue Cooke quien primero publicó un relato del viaje, en 1712, en un libro titulado "A Voyage to the South Seas and Round the world", que tuvo un éxito inmediato. Pocos meses más tarde salió el de Woodes Rogers, "A cruising Voyage Round the world", que sobrepasó con mucho el éxito del de Cooke, y fue aplaudido por los literatos de la época, como Addison y Defoe.
Pronto surgieron libros de viajes imaginarios, basados en Rogers y Cooke, y el folleto en que Selkirk contaba sus experiencias. Entre ellos se inmortalizó "Robinson Crusoe", de Defoe, "Los Viajes de Gulliver", de Swift, y la famosísima "Ballad of the Anciend mariner", de Coleridge.
Éste es el origen de "Robinson Crusoe", con nombre y apellido. La historia del hombre solitario en su isla, que ha sido recreada, representada y copiada hasta el cansancio. Decenas de películas abordan el tema, ya sea en una ciudad, en un planeta, una nave, un país, o lo que usted imagine; de ahí que el tema nos sea harto conocido.
Nuestro querido "Robinson Crusoe" es una novela fundamental y obligatoria para cualquier lector, pues se ubica dentro de lo que se conoce como “los clásicos”. Para quien esto escribe fue su segundo o tercer libro, mismo que estaba en la colección "Biblioteca Juvenil", de editorial Grolier, y que me valió ausentarme de la escuela por varios días (había un acuerdo con los progenitores de esta banda: si leías, podías faltar a la escuela).
Ahora nos ocupa una interesante versión completa, traducida nada más y nada menos que por Julio Cortázar. Y decimos completa, porque la historia que normalmente conocemos: los viajes, los naufragios, la isla desierta, los caníbales, Viernes y todo eso, corresponden sólo a la primera parte del libro.
Hay una segunda parte. ¡Y qué segunda! De hecho, en su conjunto, la novela pudo bien llamarse: “Robinson Crusoe, aventuras alrededor del mundo”. En fin, no entraremos aquí en detalles, pero eso sí, si no ha leído la novela completa, se ha perdido mucho del señor Defoe.
Hay algunos puntos que, sin embargo, nos gustaría resaltar. Lo primero, es el profundo conocimiento y fascinación que el autor tenía por la piratería. Ya en algún momento, en este espacio hablamos de "Las historias de piratas", uno de sus libros más famosos, pero eso es poco, hay mucho más de ello en la obra del autor.
La segunda es que Defoe es un hombre de su tiempo, un hombre emanado del naciente colonialismo europeo, en el cual hay dos tipos de humanos, los civilizados-cristianos y los salvajes, mismos que tienen un doble destino: ser evangelizados y, además, esclavizados: esa visión es expresada constantemente a lo largo de la obra.
Por otro lado, está la cuestión de cómo escribe el autor, con un estilo que no le pide nada a los periodistas actuales. No por ello se le considera un precursor del periodismo (ver, "El año de la peste"), lo que hace su lectura ágil e interesante, pues hay una preocupación por mantener la atención del lector, amén de que en su origen la obra fue publicada por entregas.
Finalmente, en toda esta obra existe un importante sustrato permanente: el sentido del honor, la justicia y el anhelo de libertad. Perdonémosle pues sus arranques fanaticoides y de moralina religiosa, y disfrutemos con una sombrilla hecha de pieles de cabra y un ridículo sombrero del mismo material, las aventuras del señor Robinson Crusoe.
Diviértanse.
Defoe, Daniel, Robinson Crusoe, Grupo Editorial Ramdom House Mondadori, España, 605 pp., 2004. Traducción de Julio Cortázar, Prólogo de J.M. Coetzer, Ilustraciones de J.J Grandville. Colección: Grandes clasicos Mondadori.

martes, 9 de abril de 2019

Lakamha´, el Lugar de las grandes aguas

Palabra de lector 70

Aquiles Cantarell M.

Dice nuestro querido y malogrado antropólogo francés Pierre Clastres, en El destino del guerrero, que la razón de ser del guerrero es el prestigio que se adquiere a través de la hazaña y que, a la larga, será la causa de su desaparición.

Esa parece ser una de las premisas de los mayas durante el periodo clásico, el prestigio de los señores (ahau) en la guerra, además de ser el contacto y la representación de los dioses en la tierra, a quienes les rinden vasallaje a través de las obras escultóricas o arquitectónicas que cada uno construye o amplía a lo largo de su reinado.

Hay que apuntar que la idea de unos mayas sabios, pacifistas, entregados a la meditación y la contemplación de los astros y que les ganara el mote de “los griegos de América”, está muy lejos de la realidad.

Hoy se sabe, a través de las inscripciones y monumentos que nos legaron, que eran pueblos muy activos, políticamente maduros y entregados a ganar prestigio para sus señores y señoríos. Ah, sí. Y que también eran practicantes continuos de acciones guerreras contra ciudades o súbditos de sus numerosos enemigos, otros mayas.

Eso es parte del contenido del interesantísimo libro: Palenque-Lakamha´, una presencia inmortal del pasado indígena, escrito por un grupo de profundos conocedores e investigadores de la cultura maya, como la doctora Mercedes de la Garza, Guillermo Bernal Romero y Martha Cuevas García.

El texto –editado por el Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México, dentro de la colección del Fideicomiso Historia de las Américas, serie ciudades– nos cuenta desde el punto de vista de la historia, la arqueología y la epigrafía, la fascinante historia de una de las ciudades más bellas de la cultura maya, ubicada en el estado de Chiapas.

La historia se desarrolla al pie de la majestuosa Gran montaña del Quetzal descendente (Yehmal Kúk´ Lakam Witz, en maya) y narra desde sus orígenes el devenir de esta ciudad, que nosotros conocemos como Palenque, cuyo nombre real es Lakamha, el lugar de las grandes aguas.

Quién no ha escuchado las interpretaciones, muchas veces fantasiosas de la famosa lápida de Pakal o la recientemente descubierta tumba de la reina roja. Quién no ha admirado las fastuosas, elegantes construcciones del Palacio, el Mirador o el conjunto de las Cruces; todas ellas, revisadas a la luz de la epigrafía y la historia en sus procesos constructivos, las historias que contienen y los usos reales que se les dio.

Así nos vamos enterando, poco a poco, de cómo funcionaba la sociedad que la habitó, cuáles eran sus costumbres y, en muchos de los casos, se nos explican los simbolismos de los vestidos, adornos y glifos que acompañan a los personajes plasmados en los muy numerosos monumentos, paredes, jambas y lápidas que se encuentran por toda la ciudad.

Si bien se pasa una revista acuciosa a la vida de Pakal, cuyo nombre completo es Kínich Janahb´ Pakal, el libro incluye las historias de los linajes que gobernaron a la ciudad hasta la erección del último monumento esculpido en 909 de nuestra era, donde ya no se encuentran más registros que nos hablen de su historia y sus hazañas.

Si usted está interesado en los mayas, este libro le será de gran utilidad. Si usted está fascinado o piensa visitar Palenque-Lakamha´, le es imprescindible. Incluso si sólo le interesa el señor Pakal y su lápida mortuoria, ubicada en el interior del Templo de las inscripciones, este libro le es invaluable. Que lo disfrute.

De la Garza, Mercedes, et al., Palenque-Lakamha´, una presencia inmortal del pasado indígena, Fondo de Cultura Económica- Colegio de México, México, 339 pp., 2012. Sección de Obras de Historia, Fideicomiso Historia de las Américas, serie ciudades.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Los cuentos de J.G. Ballard

palabra de lector 69
¿Qué hay después del apocalipsis? Las crónicas de James Graham Ballard (1939-2009).

Reconocido principalmente por su novela y posterior película El imperio del sol (Steven Spielberg, 1987), donde relata su experiencia infantil en un campo de concentración japonés, el autor es uno de los más importantes representantes de la ciencia ficción de finales del siglo XX.

Su obra se caracteriza por narraciones ubicadas en condiciones límite, donde los personajes deben enfrentar situaciones típicas de mundos potsapocalípticos. 

Su novela más conocida: El mundo sumergido (1961), es un ejemplo claro de ello y razón por la cual no cualquier aficionado al género se acerca fácilmente, ya que no suelen entrar dentro de la ciencia ficción épica sino en la corriente reflexiva, más filosófica y colmada de una enorme negatividad.

Una constante en sus escritos es el deseo explícito e implícito de escapar, de salir de la tiranía del tiempo y del espacio. De ahí que los entornos donde se desarrollan muchas de sus narraciones están ubicadas en parajes que suelen parecer inmutables, como es el caso de los mares de arena, de ciudades abandonadas o de soledades opresivas en las que se mueven y viven sus personajes.


La soledad y el silencio son otras de las características de sus historias. Parece existir una intolerancia subyacente al ruido, incluida la música. Un ejemplo está en el cuento “El barrendero de sonidos” (1960), que dice: “La segunda ventaja de la música ultrasónica era que sus frecuencias eran tan altas que no quedaban restos de resonancia en las estructuras sólidas, y por lo tanto no había necesidad de llamar a los barrenderos de sonidos. Después de una actuación acústica de la mayoría de la música sinfónica, las paredes y los muebles palpitaban durante días con los residuos de desintegración que hacían que el aire pareciera pesado, tumefacto, y la habitación prácticamente inhabitable”.

De hecho, los espíritus y las almas de los personajes son desiertos vacíos que reflejan esa necesidad de soledad y silencio que parece necesitar el autor.

Es La playa terminal (1964) quizás su cuento más conocido, donde se puede apreciar y definir la obra de Ballard tal cual, el extremo sin retorno, sin límites, sin horizontes. Sólo el fin, el ansiado fin de todo.

Ballard es, sin duda, un escritor inquietante, digno acompañante de lectores que buscan llegar a los límites; no es de ninguna manera un escritor fácil, ni cómodo. Y es ahí, en tal condición, que se convierte en un escritor imprescindible para abordar esa otra literatura, aquella que nos mueve el piso y nos deja reflexionando después de cada relato.

Porque, además, hay que decirlo, los numerosos relatos que componen el volumen de sus cuentos completos mantienen una alta calidad narrativa, lo que demuestra el gran escritor que fue. Ya no hablemos de sus numerosas novelas, todas escritas con el mismo espíritu y desesperación por librarse del enojoso y pesado traje del tiempo y este espacio tan plano y poco gratificante.

En resumen, el autor es poseedor de un estilo único y con una capacidad para interpretar los miedos y las más terribles obsesiones del hombre, a quienes lleva a extremos impensables, en muy distintos mundos; muchos de ellos bastante parecidos a éste. He aquí a uno de los grandes maestros de los relatos cortos en la Ciencia ficción contemporánea.

Sea pues, una invitación a sumergirse en la desolación sin salida, sin tiempo, sin espacio… y navegar en esos inmensos mares de arena, donde las mantarrayas venenosas de los arrecifes nos acompañen en su vuelo tétrico y silencioso

Servidos.

Ballard, J.G., Cuentos completos, 2da. Edición, RBA libros, Barcelona, 1275 pp., 2014. Traducción de Manuel Manzano y Rafael González del Solar.

viernes, 1 de marzo de 2019

En el enjambre



Palabra de lector 68
La sociedad de la transparencia, la sociedad de la posverdad, donde hemos sustituido al “big Brother” por el “big data”. Una sociedad abierta, donde todo es público, superficial, donde hay espacio para información, pero no para la verdad. Es la sociedad de lo “digital”.
Es ésta sociedad de la inmediatez, de los teléfonos inteligentes que prometen más libertad pero resultan de una violencia fatal, que permanece la amenaza de la comunicación en tanto se tiene una relación casi obsesiva, coactiva, con el dispositivo digital.
Las redes sociales fortalecen masivamente esta violencia de la comunicación, que en definitiva se desprende de la lógica del capital. Más comunicación significa más dinero para los proveedores del servicio y los fabricantes de los aparatos. El círculo acelerado de la comunicación e información conduce inevitablemente al círculo acelerado del capital.
Ésta es parte de la tesis que Byung- Chul Han plantea en su trabajo titulado En el enjambre. Un ensayo que analiza de qué manera la revolución digital, Internet y las redes sociales transforman la esencia misma de la sociedad, en una positividad transparente, superflua e inútil, pues exilia definitivamente la negatividad, la reflexión y la verdad.
Por otro lado, nos dice, la palabra “digital” se refiere al dedo (en latín), que ante todo cuenta. La cultura digital descansa en los dedos que cuentan. La Historia, en cambio, es narración, ella no cuenta. Contar es una categoría poshistórica.
Ni los tweets ni las informaciones se cuentan para dar lugar a una narración. Tampoco la timeline (línea del tiempo) narra ninguna historia de la vida, ninguna biografía. Es, por tanto, aditiva no narrativa. De ahí que el hombre digital digita en el sentido de que cuenta y calcula constantemente.
Lo digital absolutiza el número y el contar (el big data cuenta, suma, combina, pero no narra). También los amigos de Facebook son, ante todo, contados. La amistad, por el contrario, es una narración. La época digital totaliza lo aditivo, el contar y lo numerable. Incluso las inclinaciones se cuentan en forma de “me gusta”. Hoy todo se hace numerable, para poder transformarlo en el lenguaje del rendimiento y de la eficiencia.
Por otro lado, la información es aditiva y acumulativa, mientras que la verdad es exclusiva y selectiva. En contraposición a la información, no se acumula. De hecho, no se le encuentra con frecuencia, no existe ninguna masa de la verdad. En cambio, hay masa de información con la que se llega a la masificación de lo positivo, sin negatividad.
Por ello, la información, en virtud de su positividad, se distingue también del saber. El saber no está patente ante nosotros sin más. No lo hallamos de antemano, a diferencia de la información. Al saber, lo precede con frecuencia una larga experiencia.
Esta era digital y su comunicación, también digital, hace que se erosione fuertemente la comunidad, el nosotros. Destruye el espacio público y agudiza el aislamiento del hombre. Lo que domina la comunicación digital no es el “amor al prójimo”, sino el narcisismo. La técnica del amor no es una “tánica (esencia que le da la característica a algo, al vino, por ejemplo) del amor al prójimo”, sino se muestra descarnadamente en lo que es: una máquina narcisista del ego.
Finalmente, la sociedad actual no es una sociedad del amor al prójimo en la que nos realizamos recíprocamente. Es más bien una sociedad del rendimiento, que nos aísla y en donde el sujeto del rendimiento se explota a sí mismo hasta su derrumbe. El “sí mismo” como bello proyecto, se muestra como proyectil que se dirige contra sí mismo.
Aterrador ¿verdad?
Han, Byuhg-Chul, En el enjambre, Editorial Herder México, España, 109 pp., 2014. Traducción de Raúl Gabás. Colección: Pensamiento Herder.

lunes, 25 de febrero de 2019

La revolución francesa

Palabra de lector 67
El 30 de Julio de 1792, en Francia y ya en plena revolución, los federales marselleses llamados a Paris por Charles Barbaroux, desfilaron por “el barrio de las glorias” cantando el himno “le Chant de guerre pour l'armée du Rhin” de Rouget de Lisle, apenas compuesto en abril (Canto de Guerra para el Ejército del Rin), y conocido desde entonces como La Marsellesa.
Con esta anécdota comenzamos el texto sobre un muy interesante libro que aborda el fin del Antiguo régimen, representado por Luis XVI y su señora, la reina de los pasteles, Maria Antonieta, hasta la caída del gran Corso, Napoleón Bonaparte, el grande.
Se trata del libro del gran historiador Georges Lefebvre. Un texto fundamental para todos aquellos que quieran conocer paso a paso los eventos que abarca dicho periodo.
La revolución y el Imperio, (1787-1815)
No debemos de olvidar que estamos hablando del principio de la democracia burguesa, del afianzamiento de la misma y la gesta expansionista europea a manos de Napoleón.
Para el autor, la revolución francesa comenzó en 1787 y fue al principio aristocrática. Y cómo no iba ser así, si la alta nobleza no quería ni podía adaptarse a los cambios. Buscaban el remedio a contrapelo de la transformación. Querían que ella se volviera, por la supresión de la venalidad de los puestos públicos, una casta cerrada donde no se pudiera entrar en esta burocracia más que por excepción; que los empleos compatibles con su dignidad le estuviesen reservados; que el rey proporcionara gratuitamente a sus hijos los medios de prepararse para desempeñarlos. El rey, primer gentil hombre del reino, no había permanecido insensible a estos deseos. Durante el reinado de Luis XVI, los ministros fueron todos nobles.
Sin embargo, con la creación del Parlamento, y la participación de los Estados Generales, el Tercer estado, es decir, la burguesía (los otros dos eran la nobleza y el clero), se adjudicaba el epíteto de “El Partido Patriota”. No se sabe bien si hubo en él un órgano central, aunque se dice que fue dirigida por los francomasones.
Si a esto sumamos un régimen monárquico que sucumbirá ante su propia incomprensión y decisiones erráticas en el contexto de un mundo cambiante, y que, tras varios intentos de adoptar medidas para atajar la crisis política y económica, capituló ante la respuesta violenta de la nobleza y de los parlamentos provinciales… tenemos el caldo perfecto para unas ricas albóndigas, digo, una revolución.
Una revolución que nos llevará a la toma de la Bastilla (14 de julio de 1789), la creación del Comité de salud pública, el terror, la guerra con media Europa, el golpe de estado de Napoleón en 1799 y su posterior caída.
El texto en cuestión resulta muy útil, pues está profusamente documentado y hace una revisión exhaustiva de los hechos de la naciente Francia democrática. Recordemos que lo que hoy conocemos como democracia en el mundo occidental, tiene sus orígenes precisamente en este tiempo y este lugar; es decir, la democracia moderna es producto de la burguesía francesa.
Finalmente, hay que apuntar que no es un libro complicado, lo que lo hace accesible a cualquier tipo de lector interesado en esta parte de la historia y que el autor no toma simpatías por ninguno de los personajes, no justifica ni al rey, ni a Maximiliano Robespierre ni a George Danton. Y guarda una sana distancia con el Genio de Bonaparte; eso sí, deja muy claro que los fracasos del gran estratega se debieron, en gran medida, a la mediocridad de quienes lo rodeaban, como algunos generales que incluso resultaron pusilánimes.
Servidos.
Lefrebvre, George, La revolución francesa y el imperio (1787-1815), Fondo de Cultura Económica, México, 294 pp., 2004. Traducción de María teresa Silva de Salazar. Colección Breviarios del Fondo de Cultura Económica, número 151.

sábado, 23 de febrero de 2019

21 lecciones para el siglo XXI

Palabra de lector 66

Dicen algunos de los más importantes pensadores contemporáneos como Nicholas Carr, Gilles Lipovetsky y hasta el filósofo de moda, Byung-Chul Han, que el pensamiento en esta época de la postverdad, se ha convertido en un ejercicio de la superficialidad, de lo evidente, de verdades de Perogrullo.
Tal vez esa sea la razón que explica cómo es posible que gente, tanto expertos en las tecnologías de la información como intelectuales que merecen nuestro más grande respeto, se hayan dejado seducir por un discurso falto de profundidad y de propuestas. Y me refiero precisamente al libro que hoy nos ocupa: las 21 lecciones para el siglo XXI, de Yuval Noah Harari.
El texto en cuestión es el tercero de una serie que incluye De Animales a dioses y Homo Deus; todos ellos dedicados a la historia y futuro de la humanidad.
Debemos confesar que cuando abordamos el primero teníamos grandes expectativas sobre su contenido. La primera parte resultó un agradable y completo paseo a través de la historia humana, de la mano de una excelente prosa y bien documentada tarea.
Los problemas comenzaron cuando el autor inició la interpretación de sus datos. Ahí, la puerca torció el rabo, pues resultó una serie de visiones parciales e ideológicamente tendenciosas que acabaron por desesperar a éste y otros lectores con los que comentamos dicho material. De ahí que se tomara la decisión de ya ni siquiera intentar leer el segundo volumen y menos aún reseñarlo en este espacio.
Sin embargo, no sé si afortunada o desafortunadamente se le hizo tal propaganda al tercer tomo de la serie, incluido mi filósofo de cabecera, mi padre, quien me lo recomendó como una lectura imperdible, por lo que decidimos abordar la lectura de un libro que nuevamente vuelve a decepcionarnos terriblemente, pues carga con las mismas visiones, las mismas interpretaciones parciales y el mismo sustrato reaccionario y maniqueista, aunque el autor se la pase a todo lo largo del texto diciendo y repitiendo que no lo es.
En principio se supone que es un trabajo que pretende plantear las alternativas del hombre ante los desafíos del siglo actual. Pero lo que nos pinta es el futuro de sólo una parte de la humanidad, la del primer mundo, las grandes potencias y Europa, donde rápidamente se apunta, y deja de lado al resto de las regiones y países. A unos por fundamentalistas, sean éstos árabes, rusos, comunistas o africanos. Y a otros porque me imagino que no existen en su radar analítico, como América Latina, de quien sólo hace referencia una vez, a pesar de que mantiene un discurso permanente de “globalidad”.
No entraremos en detalle sobre gran parte de los temas que “aborda”, pues son clichés y superficialidades inocuas, que sólo demuestran de qué pie cojea este historiador.
Sólo diremos antes de entrar al tema que nos interesa (la tecnología) que, como muchos “pensadores” actuales, el autor suele confundir liberalismo con neoliberalismo como si fueran la misma cosa, aunque ignoramos si es un bebé inocente o lo hace de manera perversa. El lector decidirá.
Además de no ofrecer ninguna novedad de visiones sobre los avances tecnológicos, lo que demuestra es que no domina el tema. El autor nos pinta un futuro apocalíptico y devastador para los seres humanos frente a los avances de la IA, la biotecnología y lo que él llama la “infotecnología”: donde las máquinas, la inteligencia artificial, el big data y su uso son los grandes ganadores y convierten al ser humano en el gran perdedor y sobrante de la historia.
Un ejemplo. Dice: “A pesar de la posibilidad de que aparecieran muchos nuevos empleos humanos, quizá presenciaríamos el surgimiento de una nueva clase “inútil”. De hecho, podríamos tener lo peor de ambos mundos, y padecer a la vez unas tasas de desempleo elevadas y escasez de mano de obra especializada”. ¿Acaso no es eso lo que nos ha brindado con prodigalidad el neoliberalismo?
Hay incluso una parte donde lleva a tal punto del absurdo su prospección del futuro, en donde la economía y la productividad están en manos de las máquinas, que uno se pregunta: ¿las máquinas para qué quisieran generar y acumular el dinero, la riqueza? No lo necesitan, ¿o sí?
Sin embargo, entre tanta verborrea debemos darle el mérito de ofrecer una pequeña joya, escondida en la página 245… “Pero para profundizar en cualquier tema se necesita mucho tiempo, y en particular el privilegio de perder el tiempo. Es necesario experimentar con caminos improductivos, probar con callejones sin salida, dejar espacio a las dudas y el aburrimiento, y permitir que pequeñas semillas de perspicacia crezcan lentamente y florezcan. Si no podemos permitirnos perder el tiempo, nunca daremos con la verdad”.
Ah, ¿verdad? Entonces el futuro no es de las computadoras, las máquinas, los robots y los superhombres auto modificados, ¿no es cierto, señor Harari? El ser humano tiene esperanza, algo que su libro parece negarnos. Parece que el vato no es tan güey.
En fin.
Noah Harari, Yuval, 21 lecciones para el siglo XXI, Penguin Random House Grupo Editorial, México, 399 pp., 2018. Traducción de Joanmènec Ros. Colección Debate.

jueves, 31 de enero de 2019

Planeta del exilio

Palabra de lector 65
Un planeta muy lejano, lejano y abandonado a su suerte. Ha pasado tanto tiempo, que los hombres ahí desamparados por la liga Planetaria comenzaron a olvidar que vienen de las estrellas. Es más, ya perdieron muchos de sus conocimientos y habilidades a causa del Embargo. Una ley que les prohíbe mostrar todos sus avances tecnológicos y sus conocimientos científicos a cada planeta que llegan y los obliga a vivir al nivel de los habitantes nativos… Y aquí, en esta tierra, se encuentran apenas en el desarrollo y manejo de los metales.
Algunos, muy pocos, todavía dominan la capacidad de comunicarse a través del pensamiento. Los libros dicen que los Lejosnatos, como les llaman los habitantes originales del planeta, lo aprendieron de otra raza hace mucho tiempo, en un mundo llamado Rokannan. Es una habilidad y también un don.
Ahora que se acerca el invierno, también se acerca una amenazo mucho peor. Desde el norte, las hordas de Gaales bajan destruyendo y arrasando todo a su paso. Ya no es como antes, ahora están organizados y dirigidos por un líder que ve más allá del saqueo y de la satisfacción de los estómagos.
El problema es complejo ya que sus vecinos, los habitantes de Tevar, recelan de los Lejosnatos, como les llaman. Pese a ser prácticamente iguales, les temen, los llaman brujos, pues tienen habilidades que los hombres de Tevar que ahora construyen la ciudad de invierno no pueden explicar.
Sí, la ciudad de invierno. Aquella que hay que construir sobre graneros enterrados y que servirá de hogar durante largos quince años, pues el ciclo anual en este planeta dura toda una vida. La luna y la tierra se circunvalan entre sí, en una rotación majestuosa que tarda cuatrocientos días en completarse.
Aquella especie de doble planeta gira alrededor del sol en una grande y solemne danza rotatoria, en medio de la nada. Sesenta fases lunares dura tal ciclo, es decir, veinticuatro mil días… prácticamente la vida de una persona, un año. Pocos son los hombres que pueden jactarse de haber vivido dos inviernos.
Ahora, un emisario trae noticias del norte, de guerra, saqueos y desaparición de campamentos y ciudades ¿Qué es lo que se debe hacer? Nadie cree en cuentos de viejas histéricas.
Sin embargo, Agat, uno de los dirigentes de los Lejosnatos va a la ciudad de invierno a pedir ayuda, a proponer una alianza entre las ciudades de los hombres y la de estos medio-hombres que, dicen las leyendas, llegaron de las estrellas. Dice aquel que esta vez será diferente, que los Gaales bajarán del norte y destruirán todo. Aunque no puede ser así, al menos en las historias pasadas no lo han conseguido. Pero hay pocos en los clanes que recuerden el invierno anterior.
En resumen, así empieza una de las novelas más famosas de Úrsula Le Guin, y que resulta una historia épica ubicada en los confines del espacio.
Con una narrativa sencilla, accesible pero al mismo tiempo llena de una riqueza conceptual única, la autora nos hace vibrar ante la llegada del invierno (¿les recuerda algo?). Nos lleva a casi tocar la textura de las construcciones de la ciudad junto al mar, y sentir el frío y el terror de una ciudad sitiada y aparentemente condenada a la destrucción.
Ésta es pues, una obra imprescindible para el lector de la ciencia ficción, y obligatoria para los seguidores de la gran escritora de habla inglesa. No puede perdérsela. Mientras la lee, camine con sigilo, mantenga su lanzadardos preparado, no sea que lo ataque traicioneramente algún Demonio de la nieve.
Servidos.
Le Güin, Úrsula, Planeta del exilio, Superficción, España, 141 pp., 2014. Traducción de Enrique de Obregón, Colección, Superficción 49.

lunes, 21 de enero de 2019

Los traficantes de naufragios.

Palabra de lector 64

Si alguien sabe de historias de marinos ese es Robert Louis Stevenson. Antes que nada, debo confesar que, a pesar de ser un fanático de Stevenson, tenía la peregrina idea de que este título escondía una serie de sus cuentos sobre piratas, barcos y marinos. Como en mi lista de lecturas me espera un grueso volumen que se llama “Cuentos completos de…”, pues había dejado pasar y enfriar este volumen.

Cuan no sería mi sorpresa. Al comenzar a leer, me percaté de que se trata de una entretenida y compleja historia sobre traficantes, aventureros y situaciones turbulentas que giran alrededor de quienes tratan de hacer negocios fáciles y poco claros con los despojos que arroja el mar.


Esta historia, que lo atrapará desde las primeras líneas, comienza cuando dos empresarios y aventureros, Jim Pinkerton y Loudon Dodd, compran en una atormentada puja, los restos de un bergantín naufragado en algún lugar del Océano Pacífico, y que parece contener una enorme fortuna en Opio.

Sin embargo, lo que se esconde detrás es mucho más grande y más grave de lo que podrían soñar estos jóvenes aventureros.

Así se inicia una odisea que llevará a uno de los protagonistas a una aventura marítima. Mientras el otro, cual Ulises atado al palo mayor de su nave, tendrá que capotear a los acreedores y críticos de dicha odisea.

Como en todas las novelas marítimas del autor, el mar es en realidad el escenario que da vida al verdadero drama que se desarrolla entre los participantes de sus obras.

Preocupado siempre por las posibilidades del alma humana, el autor suele vestir y desnudar a sus personajes de todas sus virtudes y defectos emocionales, éticos y morales.

Así, en esta historia, se pone a prueba el temple y las capacidades de honestidad y caballerosidad de protagonistas. En algunos pasajes, el autor hace una invitación implícita de que el lector reflexione sobre los valores, las aspiraciones, las virtudes y las bajezas que nos rodean y que enfrentamos día a día.

En ese sentido, los relatos de Stevenson son un recordatorio de que somos sólo almas de paso. Él mismo es un producto de su tiempo y mide con esa vara al hombre moderno del siglo XIX, es un profundo observador de las virtudes y des virtudes. Nos muestra sus personajes con toda su crudeza. Incluso suele llevarnos, en un solo instante, de los más altos preceptos morales, hasta los abismos de lo bestial y lo salvaje.
Se trata, pues, no sólo de una entretenida y redonda narración sobre el mar, los marinos y el hombre de su tiempo, todo ello tan caro para al autor. Como en cada obra, nos obsequia una crítica de los defectos y taras que nos persiguen y que muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que están ahí. Un ejemplo más conocido es el capitán Long John Smith, el famoso cocinero de La Hispaniola, de la famosa novela que seguramente usted conoce bien.

Así, lo invitamos a subirse a la nave e ir tras los restos de la Nube volante, y que Dios lo agarre confesado. Servidos.

Stevenson, R.L., Los traficantes de naufragios, 3ra edición, Editorial Valdemar, España, 219 pp., 1998. Traducción de Rafael González. Colección El club de Diógenes, 9.