lunes, 21 de enero de 2019

Los traficantes de naufragios.

Palabra de lector 64

Si alguien sabe de historias de marinos ese es Robert Louis Stevenson. Antes que nada, debo confesar que, a pesar de ser un fanático de Stevenson, tenía la peregrina idea de que este título escondía una serie de sus cuentos sobre piratas, barcos y marinos. Como en mi lista de lecturas me espera un grueso volumen que se llama “Cuentos completos de…”, pues había dejado pasar y enfriar este volumen.

Cuan no sería mi sorpresa. Al comenzar a leer, me percaté de que se trata de una entretenida y compleja historia sobre traficantes, aventureros y situaciones turbulentas que giran alrededor de quienes tratan de hacer negocios fáciles y poco claros con los despojos que arroja el mar.


Esta historia, que lo atrapará desde las primeras líneas, comienza cuando dos empresarios y aventureros, Jim Pinkerton y Loudon Dodd, compran en una atormentada puja, los restos de un bergantín naufragado en algún lugar del Océano Pacífico, y que parece contener una enorme fortuna en Opio.

Sin embargo, lo que se esconde detrás es mucho más grande y más grave de lo que podrían soñar estos jóvenes aventureros.

Así se inicia una odisea que llevará a uno de los protagonistas a una aventura marítima. Mientras el otro, cual Ulises atado al palo mayor de su nave, tendrá que capotear a los acreedores y críticos de dicha odisea.

Como en todas las novelas marítimas del autor, el mar es en realidad el escenario que da vida al verdadero drama que se desarrolla entre los participantes de sus obras.

Preocupado siempre por las posibilidades del alma humana, el autor suele vestir y desnudar a sus personajes de todas sus virtudes y defectos emocionales, éticos y morales.

Así, en esta historia, se pone a prueba el temple y las capacidades de honestidad y caballerosidad de protagonistas. En algunos pasajes, el autor hace una invitación implícita de que el lector reflexione sobre los valores, las aspiraciones, las virtudes y las bajezas que nos rodean y que enfrentamos día a día.

En ese sentido, los relatos de Stevenson son un recordatorio de que somos sólo almas de paso. Él mismo es un producto de su tiempo y mide con esa vara al hombre moderno del siglo XIX, es un profundo observador de las virtudes y des virtudes. Nos muestra sus personajes con toda su crudeza. Incluso suele llevarnos, en un solo instante, de los más altos preceptos morales, hasta los abismos de lo bestial y lo salvaje.
Se trata, pues, no sólo de una entretenida y redonda narración sobre el mar, los marinos y el hombre de su tiempo, todo ello tan caro para al autor. Como en cada obra, nos obsequia una crítica de los defectos y taras que nos persiguen y que muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que están ahí. Un ejemplo más conocido es el capitán Long John Smith, el famoso cocinero de La Hispaniola, de la famosa novela que seguramente usted conoce bien.

Así, lo invitamos a subirse a la nave e ir tras los restos de la Nube volante, y que Dios lo agarre confesado. Servidos.

Stevenson, R.L., Los traficantes de naufragios, 3ra edición, Editorial Valdemar, España, 219 pp., 1998. Traducción de Rafael González. Colección El club de Diógenes, 9.

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