¿Qué hay después del apocalipsis? Las crónicas de James Graham Ballard (1939-2009).
Reconocido principalmente por su novela y posterior película El imperio del sol (Steven Spielberg, 1987), donde relata su experiencia infantil en un campo de concentración japonés, el autor es uno de los más importantes representantes de la ciencia ficción de finales del siglo XX.
Su obra se caracteriza por narraciones ubicadas en condiciones límite, donde los personajes deben enfrentar situaciones típicas de mundos potsapocalípticos.
Su novela más conocida: El mundo sumergido (1961), es un ejemplo claro de ello y razón por la cual no cualquier aficionado al género se acerca fácilmente, ya que no suelen entrar dentro de la ciencia ficción épica sino en la corriente reflexiva, más filosófica y colmada de una enorme negatividad.
Una constante en sus escritos es el deseo explícito e implícito de escapar, de salir de la tiranía del tiempo y del espacio. De ahí que los entornos donde se desarrollan muchas de sus narraciones están ubicadas en parajes que suelen parecer inmutables, como es el caso de los mares de arena, de ciudades abandonadas o de soledades opresivas en las que se mueven y viven sus personajes.
La soledad y el silencio son otras de las características de sus historias. Parece existir una intolerancia subyacente al ruido, incluida la música. Un ejemplo está en el cuento “El barrendero de sonidos” (1960), que dice: “La segunda ventaja de la música ultrasónica era que sus frecuencias eran tan altas que no quedaban restos de resonancia en las estructuras sólidas, y por lo tanto no había necesidad de llamar a los barrenderos de sonidos. Después de una actuación acústica de la mayoría de la música sinfónica, las paredes y los muebles palpitaban durante días con los residuos de desintegración que hacían que el aire pareciera pesado, tumefacto, y la habitación prácticamente inhabitable”.
De hecho, los espíritus y las almas de los personajes son desiertos vacíos que reflejan esa necesidad de soledad y silencio que parece necesitar el autor.
Es La playa terminal (1964) quizás su cuento más conocido, donde se puede apreciar y definir la obra de Ballard tal cual, el extremo sin retorno, sin límites, sin horizontes. Sólo el fin, el ansiado fin de todo.
Ballard es, sin duda, un escritor inquietante, digno acompañante de lectores que buscan llegar a los límites; no es de ninguna manera un escritor fácil, ni cómodo. Y es ahí, en tal condición, que se convierte en un escritor imprescindible para abordar esa otra literatura, aquella que nos mueve el piso y nos deja reflexionando después de cada relato.
Porque, además, hay que decirlo, los numerosos relatos que componen el volumen de sus cuentos completos mantienen una alta calidad narrativa, lo que demuestra el gran escritor que fue. Ya no hablemos de sus numerosas novelas, todas escritas con el mismo espíritu y desesperación por librarse del enojoso y pesado traje del tiempo y este espacio tan plano y poco gratificante.
En resumen, el autor es poseedor de un estilo único y con una capacidad para interpretar los miedos y las más terribles obsesiones del hombre, a quienes lleva a extremos impensables, en muy distintos mundos; muchos de ellos bastante parecidos a éste. He aquí a uno de los grandes maestros de los relatos cortos en la Ciencia ficción contemporánea.
Sea pues, una invitación a sumergirse en la desolación sin salida, sin tiempo, sin espacio… y navegar en esos inmensos mares de arena, donde las mantarrayas venenosas de los arrecifes nos acompañen en su vuelo tétrico y silencioso
Servidos.
Ballard, J.G., Cuentos completos, 2da. Edición, RBA libros, Barcelona, 1275 pp., 2014. Traducción de Manuel Manzano y Rafael González del Solar.
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