Palabra de lector 73
Un texto imprescindible para los optimistas tecnológicos. Es pues, como lo dice su autor, un libro sobre la automatización, sobre el uso de las computadoras y el software para hacer cosas que solíamos hacer nosotros mismos. Y es que el autor, el mismo de "Superficiales", nos alerta sobre el porqué, y por qué estamos tan dispuestos a aceptar el trato, debemos echar un vistazo a cómo determinados sesgos cognoscitivos (fallos en nuestro modo de pensar) pueden distorsionar nuestras percepciones.
La mayoría asume que la automatización es benigna, que nos eleva a misiones superiores sin alertarnos sobre sus peligros; que puede ser perjudicial para nuestro trabajo, nuestro talento y nuestra vida, ya que puede estrechar nuestras perspectivas y limitar nuestras elecciones, puede someternos a la vigilancia y a la manipulación y, para demostrarlo, recurre a numerosos ejemplos a lo largo de este trabajo.
Desde su punto de vista, el problema de la automatización es que muchas veces nos da lo que no necesitamos a costa de lo que sí. Por otra parte, nuestra forma de comportarnos o de pensar, una falacia que los académicos han venido a llamar “el mito de la sustitución”.
Un dispositivo que disminuye el volumen de trabajo no sólo ofrece un sustituto para algún componente aislado de un trabajo. También altera la naturaleza de toda la actividad, incluidos los roles, las actitudes y destreza de las personas que participan en ella.
Como explicara en el año 2000 Raja Parasuraman (profesor de psicología en la George Mason University, Fairfax) en un artículo: "La automatización no sólo suplanta la actividad humana, sino que más bien la cambia, con frecuencia de manera no intencionada ni anticipada por los diseñadores”, la automatización rehace tanto el trabajo como al trabajador.
De esta manera, la persona que maneja una computadora ocupa el rol de un empleado de la tecnología que introduce datos, monitoriza las respuestas y busca fallas. En lugar de abrir nuevas fronteras de pensamiento y acciones a sus colaboradores humanos, el software estrecha nuestras perspectivas. Cambiamos talentos sutiles y especializados por otros más rutinarios y menos distintivos.
Cuando las personas abordan una tarea con la ayuda de la computadora, son víctimas muchas veces de un par de afecciones cognitivas: la complacencia automatizada y el sesgo por la automatización. Ambas revelan las trampas que nos esperan cuando el camino de realizar operaciones importantes sin pensar en ellas. La complacencia automatizada, pues, tiene lugar una computadora nos atonta en una falsa sensación de seguridad.
El sesgo surge cuando las personas dan un peso excesivo a la información que aparece en sus monitores. Su confianza en el software se vuelve tan intensa que ignoran o desechan otras fuentes de información, incluidos sus propios sentidos. Por ejemplo, las aplicaciones de GPS con direcciones equivocadas o desactualizadas.
Finalmente, en lugar de ampliar las capacidades innatas del cerebro para la automaticidad, el automatismo se convierte con demasiada frecuencia, en un impedimento para la automatización. Al relevarnos del ejercicio mental repetitivo, también nos revela del conocimiento profundo.
Tanto la complacencia como el sesgo son síntomas de una mente que no está siendo desafiada, que no está comprometida totalmente la clase de práctica cotidiana que genera conocimiento, enriquece la memoria y construye habilidades.
Éste es uno de los temas que aborda el libro y que, repito, son una alarma ante la confianza irrestricta y el ciego optimismo hacia las máquinas y sus gurús-creadores de Silicon Valley, cuyos intereses no necesariamente están del lado de las personas y sí mucho más cerca del incremento de sus ya de por si enormes fortunas.
Carr, Nicholas, Atrapados, cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas, Taurus, México, 318 pp., 2014. Traducción de Pedro Cifuentes. Colección: Pensamiento
Un texto imprescindible para los optimistas tecnológicos. Es pues, como lo dice su autor, un libro sobre la automatización, sobre el uso de las computadoras y el software para hacer cosas que solíamos hacer nosotros mismos. Y es que el autor, el mismo de "Superficiales", nos alerta sobre el porqué, y por qué estamos tan dispuestos a aceptar el trato, debemos echar un vistazo a cómo determinados sesgos cognoscitivos (fallos en nuestro modo de pensar) pueden distorsionar nuestras percepciones.
La mayoría asume que la automatización es benigna, que nos eleva a misiones superiores sin alertarnos sobre sus peligros; que puede ser perjudicial para nuestro trabajo, nuestro talento y nuestra vida, ya que puede estrechar nuestras perspectivas y limitar nuestras elecciones, puede someternos a la vigilancia y a la manipulación y, para demostrarlo, recurre a numerosos ejemplos a lo largo de este trabajo.
Desde su punto de vista, el problema de la automatización es que muchas veces nos da lo que no necesitamos a costa de lo que sí. Por otra parte, nuestra forma de comportarnos o de pensar, una falacia que los académicos han venido a llamar “el mito de la sustitución”.
Un dispositivo que disminuye el volumen de trabajo no sólo ofrece un sustituto para algún componente aislado de un trabajo. También altera la naturaleza de toda la actividad, incluidos los roles, las actitudes y destreza de las personas que participan en ella.
Como explicara en el año 2000 Raja Parasuraman (profesor de psicología en la George Mason University, Fairfax) en un artículo: "La automatización no sólo suplanta la actividad humana, sino que más bien la cambia, con frecuencia de manera no intencionada ni anticipada por los diseñadores”, la automatización rehace tanto el trabajo como al trabajador.
De esta manera, la persona que maneja una computadora ocupa el rol de un empleado de la tecnología que introduce datos, monitoriza las respuestas y busca fallas. En lugar de abrir nuevas fronteras de pensamiento y acciones a sus colaboradores humanos, el software estrecha nuestras perspectivas. Cambiamos talentos sutiles y especializados por otros más rutinarios y menos distintivos.
Cuando las personas abordan una tarea con la ayuda de la computadora, son víctimas muchas veces de un par de afecciones cognitivas: la complacencia automatizada y el sesgo por la automatización. Ambas revelan las trampas que nos esperan cuando el camino de realizar operaciones importantes sin pensar en ellas. La complacencia automatizada, pues, tiene lugar una computadora nos atonta en una falsa sensación de seguridad.
El sesgo surge cuando las personas dan un peso excesivo a la información que aparece en sus monitores. Su confianza en el software se vuelve tan intensa que ignoran o desechan otras fuentes de información, incluidos sus propios sentidos. Por ejemplo, las aplicaciones de GPS con direcciones equivocadas o desactualizadas.
Finalmente, en lugar de ampliar las capacidades innatas del cerebro para la automaticidad, el automatismo se convierte con demasiada frecuencia, en un impedimento para la automatización. Al relevarnos del ejercicio mental repetitivo, también nos revela del conocimiento profundo.
Tanto la complacencia como el sesgo son síntomas de una mente que no está siendo desafiada, que no está comprometida totalmente la clase de práctica cotidiana que genera conocimiento, enriquece la memoria y construye habilidades.
Éste es uno de los temas que aborda el libro y que, repito, son una alarma ante la confianza irrestricta y el ciego optimismo hacia las máquinas y sus gurús-creadores de Silicon Valley, cuyos intereses no necesariamente están del lado de las personas y sí mucho más cerca del incremento de sus ya de por si enormes fortunas.
Carr, Nicholas, Atrapados, cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas, Taurus, México, 318 pp., 2014. Traducción de Pedro Cifuentes. Colección: Pensamiento
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