lunes, 11 de abril de 2011

El Rey Moñón

Después de mucho tiempo y gracias al afortunado hallazgo que hiciera nuestro hermano Carlos Federico “Lenin”, finalmente hemos recuperado el primer cuento escrito por quien esto escribe. Estamos hablando de un texto elaborado a la edad de 15 años, cuyo objetivo principal era el de servir de trabajo final para la materia de Literatura II, del CCH Sur, donde cursamos el bachillerato de 1975 a 1977.
Desgraciadamente, este texto es un relato con muy mala suerte. Desde su presentación ante el profesor de la materia, quien nos acusara de plagio y amenazara con denunciarnos (mismo que no pudo demostrar, pues argumentó que un escuincle de esa edad NO podía crear un texto como ese y, en su enorme magnanimidad no nos reprobó), hasta su malograda publicación. 
Pese a que el texto tuvo un enorme éxito entre los lectores que lo pasaban de mano en mano, acabó en la peor de las posibilidades al caer, cuatro años después, en manos de una persona que simplemente lo transformó en otra cosa totalmente irreconocible.
La historia se remonta a 1979 cuando una persona que editaba un periódico en la Universidad Autónoma de Sinaloa, se ofreció para publicar el relato. Desgraciadamente, lleno de miedos y horrorizado ante la posibilidad de que su pareja en turno descubriera, en las líneas de dicho trabajo, referencias a los hijos que había abandonado en México, que no son los mismos que también había dejado en Campeche, se dedicó a mutilar el cuento para eliminar cualquier referencia directa e indirecta que llevara a aquella persona a atar cabos y reaccionar de la manera más violenta, con la que solía actuar, cada vez que escuchaba aquellos odiados nombres. 
Así las cosas, el texto original se perdió irremediablemente y lo que hoy, estimado lector, usted apreciará es una muy pálida sombra del texto original, mismo que es ya, dado el tiempo transcurrido, irrecuperable. Así, señoras y señores, guardemos un minuto de silencio por la pérdida irremediable de El Rey Moñón y Lamentémonos con la lectura de: En el Planeta de la Felicidad.
Un par de datos adicionales. Además de todo lo anterior, eliminó la firma y la sustituyó por una genérica, con lo cual, cualquier Cantarell pudo haberlo escrito y; segundo, lo dedicó a una persona cualquiera: Carlitos. Podríamos pensar que era Carlos Federico, pero Lenin sólo hay uno.
Algunos Datos sobre el Rey Moñón.
El cuento fue concebido en el comedor de la casa de mis abuelos maternos, en una noche donde los primos mayores, Ulises, Ilíada, Julián, Lenin, Ricardo y quien esto escribe, hacíamos la tarea mientras, en la consola, sonaba un disco raro. Se trataba de un acetato de Soledad Bravo, dedicado a la Trova Cubana, en aquellos tiempos desconocida, tan desconocida que el nombre de Silvio, nos resultaba inconcebible para una persona del sexo masculino. 
Al mismo tiempo, nuestro primo más pequeño, Odín, se la pasaba molestando a todo mundo con sus caprichos y lloriqueos. De hecho, es él y a él, a quien está dedicado el cuento, ya que el nombre de Moñón era el apodo de nuestro primo.
Cuando era más pequeño, su hermano Ricardo le comenzó a decir con Cariño: “Moñin”, pero dado su carácter caprichoso, el siempre irónico de Ulises, le endilgó la variante de “Moñón, Cacaturo, cabeza de burro”, para molestia del niño, sus hermanos y, principalmente de su mamá que hacía unos entripados terribles cada vez que escuchaba el apodo.
Finalmente, al paso del tiempo y hasta el día de hoy, el Moñón es uno de nuestros más queridos primos y sigue siendo aquel fantástico habitante de otro planeta que ve con sorpresa y tristeza como estamos destruyéndonos unos a otros y dándole en la madre al lugar donde nos tocó vivir.
EN EL PLANETA DE LA FELICIDAD*
Por Cantarell
Para Carlitos
Nuestra historia comienza cuando inicié un viaje a través de la imaginación hacia el planeta de la Felicidad.  Existe ahí un país donde los niños aprenden jugando y por la situación privilegiada de que gozan parecen reyes. Me encontraba en un enorme espacio abierto donde muchos de ellos retozaban cuando se acercó a mi uno al que sus amiguitos llamaban por el curioso nombre de “Moñón”.
Moñón tiene la edad  y la estatura de un niño de cinco años; es travieso, de ojos vivaces y sus cabellos son como lana de borrego;  inteligente pero hablantín como cacatúa; por esa razón, sus compañeros le gritaban: “Moñón Cacaturo Cabeza de burro”. 
Moñón es también algo caprichoso, como casi todos los pequeños en el planeta de la Felicidad, pues el pueblo entero se preocupa por realizarles hasta el más mínimo antojo. A mi amiguito, por ejemplo, le gusta la música de los “Escaravivos” , comer muchas golosinas y jugar con cohetes nucleares y nunca nada le fue negado.
Precisamente después de mirarme con curiosidad volvió a jugar con sus cohetes, al mismo tiempo que escuchaba a los “Escaravivos”. Habían en el campo aparatos para mi desconocidos donde destacaban los cohetes, grandes y pequeños, azules y rojos con un escudo de caramelo en forma de bastón sobre un río de miel.
Me acerqué al chiquillo para contemplar sus travesuras y así me estuve por largo rato. Pude ver a lo lejos, a muchos jóvenes que trabajaban felices en un campo vecino. Sólo entonces y por curiosidad me atreví a interrumpir el solaz del pequeñín: 
-¡Hola!- le dije
-¡Hola!- contestó
-¿Qué haces?-
-Jugando con mis cohetes y escuchando música. ¿Qué no ves? – respondió con enfado. 
-¿Sabes que ese juguete es un cohete nuclear? – insistí.
-¡Claro!-  levantándose de donde se encontraba sentado – Aquí la energía nuclear sirve para hacer felices a los niños. Es tan bonito ver elevarse estos cohetes hasta perderse en el cielo! ¡Qué divertido! – mientras prendía los motores de uno de esos fantásticos juguetes que rápidamente se perdió en las alturas.
- Pero en ellos viaja también la gente por el cosmos. ¿No es cierto?; le pregunté sin haberme recobrado del asombro.
- Cómo crees, si son tan pequeños;  además hay formas más rápidas de viajar. ¿Pues de dónde eres? – me inquirió “Moñón”  mirándome con curiosidad.
- Bueno – contesté un tanto ciscado – si se hicieran … un poco … más grandes. ¡Ah! ¿Qué de dónde soy – cambiando el tema – de la Tierra.
- ¿Dónde es eso? – preguntó
- Muy lejos de aquí.
- Y ahí ¿Cómo es la gente?
- con curiosidad.
Mirando hacia donde trabajaban los jóvenes le respondí casi sin pensarlo
-En mi planeta la mayoría de los niños no tienen juguetes, van a la escuela sin que esto signifique que aprendan; cuando jóvenes, unos pocos estudian y los demás realizan trabajos que les son penosos; ya adultos, se ven obligados por la necesidad a producir riquezas, para una minoría que no trabaja, hasta que se hacen ancianos y mueren.
- ¡Ah! – exclamó – en tu planeta las cosas están muy mal. Aquí, los niños y los ancianos nos divertimos mientras los jóvenes laboran en tareas que el saber y la ciencia han hecho sencillas y lo hacen contentos.
Medité un poco y le respondí:
-En verdad es hermosa la vida en tu planeta.
- Es cierto, aunque me gustaría conocer el tuyo y todo eso que dices, pues me parecen grandes mentiras.
- Vamos entonces – dije-  Te invito. 
Tomé de la mano a “Moñón” y fuimos a despedirnos de sus amigos y de sus cohetes.
Viajamos por el espacio hacia la tierra volando a la velocidad de la imaginación hasta que llegamos. Al verla dijo:
-Desde aquí se ve bonita. ¿Verdad?
-Sí, bajemos a ella – le respondí, mientras apretaba firmemente su mano pues … ¡Oh! Mala suerte, descendimos exactamente en medio de uno de los tantos conflictos que dividen a los pueblos y enfrentan a los hombres.
Enojado y triste me dijo:
-¡Este! ¿Este es tu mundo?
- Si ¿Por qué? – lo interrogué malhumorado.
- Pues es feo – me dijo - ¡Mira! – señalando hacia unos soldados - ¡Matan a gente indefensa con unas varas que echan fuego! ¡Oh, mira aquel gigante le pega a un niño! ¡Es horrible tu planeta, yo me voy de aquí – pero se detuvo un momento y con suavidad me dijo me caes bien porque eres simpático, te invito a que vivas lejos de estas pugnas, en mi planeta serás feliz.
Recordé entonces todo lo hermoso que había visto, pero reflexioné y le respondí con decisión aunque con infinita tristeza: 
-No, no puedo ir contigo. No ves que aquí hay mucho que hacer. Para acabar con los gigantes que le pegan a los pequeños hay que combatirlos. Para evitar que los hombres peleen entre si hay que destruir las causas que los separan. Tal vez un día volveré a tu mundo y me quedaré, cuando junto con los pequeños que estás viendo transformemos éste mundo en  un planeta feliz como el tuyo.
- Bueno, tú decides- dijo “Moñón”, mientras se despedía de mi con un ¡Adiós amigo!
- ¡Adiós! – Le respondí, mientras lo veía volar a la velocidad de la imaginación hacia su planeta feliz, donde los niños y los viejos se divierten mientras los jóvenes producen. Recordaba el escudo de su país: ¡Un caramelo en forma de bastón sobre un río de miel! Volví entonces en mí y dije: 
¡Un día construiremos un mundo así!
*El texto tal y como fue publicado originalmente.

1 comentario:

  1. Odín Méndez, alias el Rey Moñón, escribio en el messenger:
    "Ah, y a mis hijos les gustó mucho el cuento que publicaste del rey moñon. Lástima que no está completo. Yo no pude aguantarme las gana de llorar, me hiciste muy feliz al recordarme como era de niño

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