Palabra de lector 18
En la entrega anterior hablábamos de la utópica República de las Letras, del mundo de la literatura nacional. Hay cosas peores. Una de ellas es la enorme mafia de la divulgación de la ciencia y la tecnología.
Amén de la vieja lucha entre científicos enquistados en el mundo académico y comunicadores –auto denominados periodistas científicos, divulgadores de la ciencia y no sé qué más títulos nobiliarios– sobre quién merece detentar la patente de Corso, ambas facciones tienen algo en común: las dos están de acuerdo en que los únicos “calificados” para realizar esta labor son aquellos que están calcificados en las instituciones académicas y desde ahí tiran línea de quién, cómo y cuándo merecen montarse en la tarea de transmitir el conocimiento científico a las masas de ignorantes. Pocos, pero muy pocos asumen una posición didáctica y pedagógica para hacer accesible la ciencia y la tecnología a los lectores comunes y corrientes.
Así, mientras la inmensa mayoría habla a sus pares, para los iniciados y/o las comunidades académicas, tanto la ciencia como la tecnología siguen siendo un misterio por la inmensa mayoría de la población, simple y llanamente porque es aburrida e incomprensible, por más congresos chafas se celebren y se creen o renueven asociaciones de todo tipo. Siguen siendo una mafia de… para decirlo suavemente, mamones elitistas.
A qué viene todo esto, pues a un ejemplo más de esta problemática que se refleja en el libro: Los Mayas, voces de piedra. Cuando este escribidor supo de su existencia ya era demasiado tarde (2011). El volumen de marras estaba agotado, por lo que descubrirlo en una librería resultó el mejor regalo navideño que pudimos haber tenido el fin de año anterior.
El volumen es el sueño de cualquier amante de la cultura Maya del periodo clásico, pues reúne las investigaciones más recientes sobre prácticamente todos los tópicos que en la actualidad se abordan en la investigación sobre esta cultura. Además es un libro hermoso, bellamente ilustrado y conformado por una importante cantidad de artículos que hacen que el libro pueda leerse no sólo de principio a fin, sino también de acuerdo a los intereses particulares del lector, saltando de un tema a otro.
Hay desde el infaltable artículo sobre su ubicación en el tiempo y el espacio geográfico, hasta un amplio trabajo sobre la guerra y la estructura social de la civilización maya.
Cuando uno revisa el índice es de hacerse notar que ahí se encuentra la crema y nata de la investigación prehispánica de dicha cultura. Así, Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva (órales) nos dispara la introducción titulada: “la identidad maya”; Alfonso Lacadena García-Gallo nos refiere a la “Lengua y literatura mayas jeroglíficas”; Erik Velásquez García, Jesús Galindo Trejo y el famoso Stanislaw Iwaniszewski nos hablan de “La astronomía”; Hugo García Capistrán paso revista sobre “armas y ataduras: guerreros y cautivos”, y para que no nos quedemos con las ganas, el mismísimo David Stuart nos regala un prólogo infaltable.
Como ya dijimos, es un libro hermoso y harto interesante, pues nos coloca en la punta de lanza de lo más actual en el conocimiento y la investigación histórica, lingüística, epigráfica, arqueológica y antropológica de estos habitantes del sureste mexicano, Guatemala, Honduras y Belice.
Sin embargo, hay un pequeño “pero”. Muchos de estos autores no saben divulgar sus conocimientos, escribieron textos para sus iguales, para expertos, para lectores que tienen una formación similar a la suya y son profundos conocedores de la Mesoamérica prehispánica, o cultos lectores de temas afines. La inmensa mayoría parte de demasiados supuestos, no sólo del panteón maya sino del conocimientos de conceptos en maya, de nombres de señores y lugares también en el mismo idioma, como si el lector fuera asiduo lector de la Jornada en maya. Incluso el discurso llega a ser tan enredado que hay un artículo que este lector tuvo que leer con mucho cuidado tres veces, de lo enredado que estaba el texto y eso que este escribidor es estudioso del tema.
Repetimos, es un libro increíble, pero pudo ser infinitamente mejor si los autores tuvieran una pizca de capacidades como divulgadores. Recordarán que no todos los lectores entienden el maya y muchos ni siquiera saben cómo se divide la datación mesoamericana, por poner un par de ejemplos. Había momentos en que daba la impresión de estar leyendo la revista Arqueología mexicana, publicación que sufre de los mismos males.
De cualquier forma es un libro que vale la pena, principalmente la última parte que aborda el tan cacareado colapso maya y que debería ser un texto obligatorio para todos los seguidores de las teorías new age; a ver si así dejan de decir tantas pendejadas.
Cuando lo lea, no desespere, tenga compasión de estos pobres científicos, no saben cómo llegar al público común y corriente, para mostrarles su sapiencia. Y eso sí, hay que decirlo, todos ellos son los más chingones en lo que hacen, más no cómo lo divulgan. Que lo disfruten.
Los mayas, voces de piedra, 2da. Edición, Turner, Ambar diseño, UNAM, Madrid, 515 pp., 2015.
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