Palabra de lector 22
Dice la Wikipedia que en la actualidad se conocen entre 47 y 49 de las primeras Biblias producidas por Gutenberg, de las cuales sólo 21 están completas.
La autora del libro, El discípulo de Gutenberg, afirma que son 48, de las 180 que se cree que se produjeron por primera vez en una imprenta de tipos móviles.
Estos primeros ejemplares --de lo que llegará a ser la gran industria editorial basada en la impresión del papel en una prensa-- alcanzan un valor de hasta 5.4 millones de dólares, como sucedió en 1987 cuando se subastó un viejo testamento producido en el taller del inventor de la imprenta.
Cuando nos referimos generalmente al invento de Johann Gensfleisch, mejor conocido como Gutenberg, suele pensarse que se trató simple y llanamente de un cambio en la manera de producir los libros. Antes, cada uno de ellos era una hermosa obra artesanal, producida a mano por los escribas medievales; pero a partir de 1455 sufren una violenta transformación revolucionaria con la imprenta que trajo la “masificación” de los libros, lo cual tuvo un impacto inmenso en plena Reforma de la iglesia y la caída de Constantinopla.
Tal vez los contemporáneos del inventor no alcanzaron a visualizar lo que significó la producción en serie de los libros, pero el tiempo lo demostró.
De eso trata precisamente la novela de Alix Christie, quien narra esta maravillosa aventura y las dificultades que ello implicó, así como las pasiones e intereses que se generaron alrededor de ello.
La obra está construida alrededor de uno de los personajes más importantes pero poco conocidos de esta gesta, Peter Schöeffer, joven escribano y aprendiz de Gutenberg, quien a la larga se convertiría en uno de los más grandes impresores del mundo, con una producción de casi trescientos títulos impresos bajo la firma de Fust & Schöeffer, incluido el Salterio de Maguncia de 1457, considerado por muchos el libro más bello jamás impreso.
La trama se ubica en la ciudad de Maguncia, a la ribera del Rin y uno de los puertos fluviales más importantes de Alemania. Y donde, en un entorno de intereses económicos enfrentados, entre los distintos gremios y la iglesia, se va creando poco a poco la maquinaria que culminará en una prensa que es capaz de imprimir letras moldeadas en metal, en una hoja de papel y que es el oficio del impresor.
El texto, no muy extenso, es una novela pasable; no es un trabajo hecho con maestría, pero al menos resulta entretenido y aleccionador en cuanto a la historia de este artefacto tan importante en la historia.
La autora, reconocida en gringolandia como una revelación de la novela histórica, demuestra sus limitaciones, pese a ser una experta en el arte de la tipografía, pues hay momentos en que le falta chispa y oficio; pero bueno, como ya dijimos, la novela es leíble y entretenida, más si usted, como este escribidor, es amante de los libros y sus formas.
El texto puede leerlo en un par de días, aprenderá algo sobre la historia de la imprenta y comprobará que no basta con sumar palabras y párrafos para ser un buen escritor. Póngale un 7.5 de calificación, pues el tema, creo, daba para más. Que se divierta.
Christie, Alix, El discípulo de Gutenberg, Roca Editores, México, 398 pp., 2015. Traducción de Julia Osuna Aguilar.
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