Palabra de lector 38
¿Es necesario dividir la historia en fragmentos? Y si es así, ¿hasta dónde se puede partir en gajos? Los historiadores en todas las eras han tratado de establecer distintas formas de periodización en forma de épocas, periodos, eras, horizontes, según le acomoda a cada uno de ellos.
Es muy probable que el primer modo de periodización sea el propuesto por Daniel en el Antiguo testamento. En una visión, el profeta ve cuatro bestias que son la encarnación de cuatro reinos sucesivos, cuyo conjunto constituirá el tiempo completo del mundo desde su creación hasta el final. Y fue hasta el siglo XII cuando los cronistas y teólogos retomaron la periodización propuesta con Daniel.
No podemos olvidar la propuesta hecha en el siglo VI d. C., por Dionisio el Exiguo: hacer un corte fundamental antes y después de la encarnación de Jesucristo. Para que, desde entonces, en occidente y a nivel internacional, el tiempo del mundo y de la humanidad se cuenta primordialmente “antes” y “después” de Cristo.
Esas son las preguntas y premisas que el historiador Jacques Le Goff se hace sobre esta manía de los historiadores. El investigador, uno de los más importantes estudiosos de la Edad Media, parte de estas ideas para preguntar si es válido separar la Edad Media de lo que hoy conocemos como el Renacimiento.
Desde su punto de vista, no hay un solo Renacimiento, sino varios a través de lo que se conoce como la Alta y la Baja Edad Media. Amén de que este periodo que separaría la llamada “edad oscura” con la modernidad es, en realidad, parte de ese largo espacio temporal entre la era antigua y la época del advenimiento del capitalismo.
En su libro, el autor apunta que es a partir del siglo XIV y sobre todo en el siguiente siglo, cuando algunos poetas y escritores, principalmente italianos, tuvieron la sensación de que evolucionaban en una atmósfera nueva: que ellos mismos eran a la vez el producto y los iniciadores de una cultura inédita. De ahí que surgiera de entre ellos la definición, de manera peyorativa, del periodo del que creían salir con ventura y que concluía con ellos, habría comenzado con el fin del Imperio romano, época que a sus ojos representaba el arte y la cultura que habría dado a grandes autores que, dicho sea de paso, conocían mal, como era el caso de Homero, Platón, Cicerón, Virgilio, Ovidio, entre otros. De esta manera, el periodo que intentaban definir tenía como única particularidad ser intermediario entre una antigüedad imaginaria y una “modernidad” imaginada, por lo que nombraron a esa etapa inmediatamente anterior como Edad Media.
De hecho, el término aparece por primera vez en 1469, como un valor de periodización cronológica que distingue a “los antiguos de la Edad Media, de los modernos de nuestro tiempo”, en la obra del bibliotecario papal Giovanni Andrea Bussi (1417-1475) y que se consolidaría como tal en el siglo XVIII, con filósofos como Leibniz y Rosseau.
Hay toda una serie de innovaciones que marcan una clara evolución y aportaciones al desarrollo de la humanidad entre los siglos XII y XV. La Edad Media tradicional transmitió el sentimiento de avanzar mirando al pasado, lo cual obstaculizó durante mucho tiempo la posibilidad de una nueva periodización.
Sin embargo, la visión cambia cuando en el siglo XIV, Petrarca arroja los siglos precedentes a la oscuridad y los reduce a un periodo de transición neutro e insulso entre la bella antigüedad y el renacimiento que él anuncia. A esto siglos se les da el nombre de Media aetas y así nace la Edad media.
Por su parte, el término Renacimiento, así como la definición de un periodo de la historia ubicado con este nombre –posterior la Edad Media y opuesto a ella-, apenas data del siglo XIX y se le debe a Jules Michelet (1798-1874). De ahí que para el autor el Renacimiento no representa un periodo particular; más bien constituye el último renacimiento de una larga Edad Media.
Finalmente, la idea e intención del ensayo que hoy nos ocupa es demostrar que en realidad estamos tratando con la existencia de una larga Edad Media, que incluye varios renacimientos y de la inadmisibilidad del Renacimiento como un periodo específico y posterior. Por lo tanto, no es necesario cortar la historia en rebanadas de esta manera, porque de hacerlo, estaríamos partiéndole su mandarina en gajos. Que lo disfruten.
Le Goff, Jacques, ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?, Fondo de Cultura Económica, México, 109 pp., 2016. Traducción de Yenny Enríquez. Colección Obras de Historia.
¿Es necesario dividir la historia en fragmentos? Y si es así, ¿hasta dónde se puede partir en gajos? Los historiadores en todas las eras han tratado de establecer distintas formas de periodización en forma de épocas, periodos, eras, horizontes, según le acomoda a cada uno de ellos.
Es muy probable que el primer modo de periodización sea el propuesto por Daniel en el Antiguo testamento. En una visión, el profeta ve cuatro bestias que son la encarnación de cuatro reinos sucesivos, cuyo conjunto constituirá el tiempo completo del mundo desde su creación hasta el final. Y fue hasta el siglo XII cuando los cronistas y teólogos retomaron la periodización propuesta con Daniel.
No podemos olvidar la propuesta hecha en el siglo VI d. C., por Dionisio el Exiguo: hacer un corte fundamental antes y después de la encarnación de Jesucristo. Para que, desde entonces, en occidente y a nivel internacional, el tiempo del mundo y de la humanidad se cuenta primordialmente “antes” y “después” de Cristo.
Esas son las preguntas y premisas que el historiador Jacques Le Goff se hace sobre esta manía de los historiadores. El investigador, uno de los más importantes estudiosos de la Edad Media, parte de estas ideas para preguntar si es válido separar la Edad Media de lo que hoy conocemos como el Renacimiento.
Desde su punto de vista, no hay un solo Renacimiento, sino varios a través de lo que se conoce como la Alta y la Baja Edad Media. Amén de que este periodo que separaría la llamada “edad oscura” con la modernidad es, en realidad, parte de ese largo espacio temporal entre la era antigua y la época del advenimiento del capitalismo.
En su libro, el autor apunta que es a partir del siglo XIV y sobre todo en el siguiente siglo, cuando algunos poetas y escritores, principalmente italianos, tuvieron la sensación de que evolucionaban en una atmósfera nueva: que ellos mismos eran a la vez el producto y los iniciadores de una cultura inédita. De ahí que surgiera de entre ellos la definición, de manera peyorativa, del periodo del que creían salir con ventura y que concluía con ellos, habría comenzado con el fin del Imperio romano, época que a sus ojos representaba el arte y la cultura que habría dado a grandes autores que, dicho sea de paso, conocían mal, como era el caso de Homero, Platón, Cicerón, Virgilio, Ovidio, entre otros. De esta manera, el periodo que intentaban definir tenía como única particularidad ser intermediario entre una antigüedad imaginaria y una “modernidad” imaginada, por lo que nombraron a esa etapa inmediatamente anterior como Edad Media.
De hecho, el término aparece por primera vez en 1469, como un valor de periodización cronológica que distingue a “los antiguos de la Edad Media, de los modernos de nuestro tiempo”, en la obra del bibliotecario papal Giovanni Andrea Bussi (1417-1475) y que se consolidaría como tal en el siglo XVIII, con filósofos como Leibniz y Rosseau.
Hay toda una serie de innovaciones que marcan una clara evolución y aportaciones al desarrollo de la humanidad entre los siglos XII y XV. La Edad Media tradicional transmitió el sentimiento de avanzar mirando al pasado, lo cual obstaculizó durante mucho tiempo la posibilidad de una nueva periodización.
Sin embargo, la visión cambia cuando en el siglo XIV, Petrarca arroja los siglos precedentes a la oscuridad y los reduce a un periodo de transición neutro e insulso entre la bella antigüedad y el renacimiento que él anuncia. A esto siglos se les da el nombre de Media aetas y así nace la Edad media.
Por su parte, el término Renacimiento, así como la definición de un periodo de la historia ubicado con este nombre –posterior la Edad Media y opuesto a ella-, apenas data del siglo XIX y se le debe a Jules Michelet (1798-1874). De ahí que para el autor el Renacimiento no representa un periodo particular; más bien constituye el último renacimiento de una larga Edad Media.
Finalmente, la idea e intención del ensayo que hoy nos ocupa es demostrar que en realidad estamos tratando con la existencia de una larga Edad Media, que incluye varios renacimientos y de la inadmisibilidad del Renacimiento como un periodo específico y posterior. Por lo tanto, no es necesario cortar la historia en rebanadas de esta manera, porque de hacerlo, estaríamos partiéndole su mandarina en gajos. Que lo disfruten.
Le Goff, Jacques, ¿Realmente es necesario cortar la historia en rebanadas?, Fondo de Cultura Económica, México, 109 pp., 2016. Traducción de Yenny Enríquez. Colección Obras de Historia.
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