miércoles, 12 de julio de 2017

De Orwell al cibercontrol


Vigilar, controlar, fichar y clasificar. La tónica de los Estados actuales, de las nuevas organizaciones globales y el papel que juega la tecnología en todo ello.
Éste es el tema del libro que ahora nos ocupa: De Orwell al cibercontrol. Al ir avanzando en su lectura, se nos eriza el pelo al comprobar que todo lo que ahí se dice y que fuera implantado en Francia hace una década, es lo que hoy se construye en México, con la complacencia y participación de las grandes organizaciones de la industria informática y la indiferencia de los ciudadanos de este país.
Los autores, Armand Mattelart y André Vitalis pasan revista desde la libreta obligatoria para los obreros a los expedientes policiacos, pasando por los archivos manuales, hasta la aparición de la informática y su producto más acabado: Internet.
Todo ello forma parte de una política y una estrategia de control que, a medida que avanza la tecnología, se perfecciona y se hace más amplia. Tan es así que, en la actualidad, el perfil de los ciudadanos y su segmentación en el ámbito que a usted le guste, se realiza a partir de un siempre creciente números y diversos datos-información extraídos de nuestros comportamientos, desplazamientos, gustos y acciones.
Cada uno de ellos es almacenado y analizado sin que nos enteremos o, peor aún, con nuestro beneplácito e indiferencia. Al final del día, lo único que nos interesa son los premios, los paliativos que todas esas organizaciones, que nos exprimen hasta el último dato, nos ofrecen a cambio de nuestra individualidad, de nuestra intimidad y privacidad.
Aquí entra el espionaje gubernamental, no necesariamente político, la banca, los servicios de inteligencia y el marketing. Este último, funciona como una enorme y hambrienta garganta, que gasta miles de millones de dólares al año para alimentarse de nuestras debilidades, vicios y deseos, para manipularnos con toda desfachatez.
Al mismo tiempo, las necesidades desmesuradas del mercantilismo –de la hegemonía neoliberal y las estrategias de las llamadas políticas de “seguridad” nacional, ya sea contra el terrorismo o el crimen organizado– contribuyen a la expansión global de las prácticas de perfilamiento de los homo consumidores.
Toda esta información –manipulada con tecnologías del Big Data, trasportada a través de la red de redes, almacenada en la nube y transaccionada entre las grandes organizaciones como Google, Facebook o Amazon– genera miles de millones de dólares, de los cuales no llega uno solo a los ciudadanos que la generan y que son fácilmente manipulables y controlables por todos ellos, con diversos objetivos.
Cómo podría ser de otra manera, si la gran mayoría de los usuarios de las tecnologías de la información y de las comunicaciones se sienten atraídos por los beneficios de los servicios que ofrecen, sin tomar conciencia de que éstas también son tecnologías de control, en una sociedad formada, en su inmensa mayoría, por tecno optimistas.
En la actualidad, el entorno digital que facilita la comunicación es, al mismo tiempo, un entorno de control permanente. Gracias a la asociación de las técnicas digitales con las de las telecomunicaciones, las trazas, las imágenes y los mensajes pueden ser transmitidos instantáneamente, almacenados y procesados en cualquier lugar del planeta y, por ende, ser localizables en tiempo real, para la toma de decisiones que no necesariamente beneficiarán al objeto de este control: el ciudadano.
Finalmente, este capitalismo que se inmiscuye de manera profunda en las vidas cotidianas ha nacido y no puede desarrollarse sino a través de una negación organizada y sistemática de los derechos fundamentales que las personas tienen de preservar su vida privada. La web se convierte en el soporte de un capitalismo de la intimidad que hace “humana” la interface informática.
Una vez recolectada la información para generar el archivo de cada persona, la etapa más delicada cabe decir, los individuos tienen la posibilidad de dar su consentimiento, de pedir explicaciones o, de plano, negarse. Sin embargo, nada de ello sucede, pues es esta misma dinámica la que los ha convertido en seres indiferentes de su derecho a la privacidad y la intimidad.
Aterradoramente servidos, señores.
Mattelart, Armand, André Vitalis, De Orwell al cibercontrol, Editorial Gedisa, Barcelona, 228 pp., 2015. Traducción de Juan Carlos Miguel de Bustos. Colección Comunicación.

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