palabra de lector 44
Mi padre tiene la costumbre de que cada vez que ve a cualquiera de sus hijos, lo primero que hace es preguntar: “¿Qué estás leyendo?”.
Después de las respuestas de rigor de los que sí suelen leer, termina por recomendar algunos textos y posteriormente pasar a temas más mundanos.
Alrededor de los 19 años, y después de dicho ritual, le dijo a quien esto escribe que debía leer a un tal Pierre Clastres, un antropólogo francés que se dedicaba a estudiar las sociedades primitivas, las sociedades sin Estado.
Investigaciones en antropología política, nos convertimos en rabiosos cazadores-recolectores de todos los textos escritos por este investigador, quien muriera trágicamente a una edad temprana.
Finalmente, el libro se convirtió en uno de nuestros textos de cabecera, para desaparecer misteriosamente en algún momento de los 80. Sin embargo, en la última Feria del libro de Minería tuve la suerte de recuperarlo, releerlo y confirmar lo que siempre había pensado: Pierre Clastres era una chingonería. Pero, entremos en materia.
El texto que nos ocupa está conformado por una serie de ensayos que abarcan desde el carácter del modo de producción “doméstico”, los mitos y los ritos, la cuestión del poder, hasta la libertad, la economía primitiva, la guerra y la inevitable crítica a los marxistas y los estructuralistas, léase Godelier y Levi-Straus.
Gran parte de estos ensayos giran en torno a los Yanomami, Yanomame o Waika, como también suele llamárseles a estos habitantes de la amazonia venezolana y que son considerados una de las últimas sociedades primitivas.
Para Clastres, los Yanomami, a diferencia de la idea generalizada, no son sociedades de la miseria o desesperada subsistencia, sino todo lo contrario, viven en la abundancia, donde todas sus necesidades pueden satisfacerse con una actividad media de tres horas de trabajo por persona al día, por lo tanto, también disfrutan del ocio, ya que la acumulación de bienes no existe y es rechazada.
Pero hablemos de los mitos. Hay que recordar que éstos son la historia de los ancestros, cuya acción se desarrolla en el tiempo anterior al tiempo. Tiempo primordial donde tienen lugar los actos fundacionales que le dan sentido a la cultura y a las instituciones sociales. Por lo tanto, son ellos, los mitos, los que explican las razones del juego social, de lo permitido y lo prohibido, que es sobre lo que se construye y constituye la dinámica entre lo sagrado o lo profano. De ahí que pensar que los mitos y sus ritos (la recreación de ese tiempo sagrado) son una carga, un lastre del que hay que deshacerse alegremente es demostrar una gran ignorancia sobre el tema y dejar en evidencia que no se ha entendido nada.
En estas sociedades igualitarias, el poder está en no tenerlo y donde el prestigio es el motor de la guerra. Por ejemplo, son un importante parámetro para entender cómo funcionaban los distintos pueblos antes de la historia, antes del surgimiento del Estado. Porque estas sociedades, acabadas y maduras, son sociedades sin Estado, no porque no lo puedan articular, sino porque son sociedades que se niegan a ello, porque rechazan la división del cuerpo social en dominadores y dominados.
El ejemplo de esta sociedad nos enseña que la división no es inherente al ser social; es decir que el Estado no es eterno, que en la historia tiene un principio. De ahí que el cuestionarse sobre el funcionamiento de las sociedades primitivas permitiría esclarecer el problema de los orígenes de dicha institución y, quizás, la solución al misterio sobre el momento del nacimiento del Estado, lo cual permita esclarecer también las condiciones de la posibilidad (realizables o no) de su muerte.
En tanto, nuestro mundo capitalista y neoliberal sigue acabando con los últimos vestigios de las sociedades primitivas, devastando sus selvas, sus entornos e “incorporándolos” a una modernidad que los mata lentamente y no precisamente con una canción.
Finalmente, el autor, con clara ironía apunta: “He aquí mi voto para los Yanomami. ¿Piadoso? Probablemente sí. Son los últimos asediados. Una sombra mortal se extiende por todas partes… ¿Y después qué? Quizás nos sintamos mejor, una vez que se ha roto el último círculo de esta postrera libertad. Quizás podamos dormir sin despertarnos una sola vez… Algún día, se alzarán cerca de los chabuno (casa colectiva) las torres de los petroleros, las laderas de las colinas se llenarán de las excavaciones de los buscadores de diamantes, habrá policías en los caminos y tiendas a la orilla de los ríos… Y reinará la armonía en todas partes”. Pues los Yanomami habrán desaparecido.
Pensando tal vez que nos sería útil para lo que pensábamos dedicarnos (la Mesoamérica prehispánica), el texto resultó un verdadero shock. Tal vez lo que más nos impacto fue su idea sobre la guerra, el poder y los mitos. De ahí que, después de leer las
Clastres, Pierre, Investigaciones en antropología política, Gedisa Editorial - México, México, 255 pp., 2014. Traducción de Estela Campos. Colección Antropología, serie CLA-DE-MA.
Mi padre tiene la costumbre de que cada vez que ve a cualquiera de sus hijos, lo primero que hace es preguntar: “¿Qué estás leyendo?”.
Después de las respuestas de rigor de los que sí suelen leer, termina por recomendar algunos textos y posteriormente pasar a temas más mundanos.
Alrededor de los 19 años, y después de dicho ritual, le dijo a quien esto escribe que debía leer a un tal Pierre Clastres, un antropólogo francés que se dedicaba a estudiar las sociedades primitivas, las sociedades sin Estado.
Investigaciones en antropología política, nos convertimos en rabiosos cazadores-recolectores de todos los textos escritos por este investigador, quien muriera trágicamente a una edad temprana.
Finalmente, el libro se convirtió en uno de nuestros textos de cabecera, para desaparecer misteriosamente en algún momento de los 80. Sin embargo, en la última Feria del libro de Minería tuve la suerte de recuperarlo, releerlo y confirmar lo que siempre había pensado: Pierre Clastres era una chingonería. Pero, entremos en materia.
El texto que nos ocupa está conformado por una serie de ensayos que abarcan desde el carácter del modo de producción “doméstico”, los mitos y los ritos, la cuestión del poder, hasta la libertad, la economía primitiva, la guerra y la inevitable crítica a los marxistas y los estructuralistas, léase Godelier y Levi-Straus.
Gran parte de estos ensayos giran en torno a los Yanomami, Yanomame o Waika, como también suele llamárseles a estos habitantes de la amazonia venezolana y que son considerados una de las últimas sociedades primitivas.
Para Clastres, los Yanomami, a diferencia de la idea generalizada, no son sociedades de la miseria o desesperada subsistencia, sino todo lo contrario, viven en la abundancia, donde todas sus necesidades pueden satisfacerse con una actividad media de tres horas de trabajo por persona al día, por lo tanto, también disfrutan del ocio, ya que la acumulación de bienes no existe y es rechazada.
Pero hablemos de los mitos. Hay que recordar que éstos son la historia de los ancestros, cuya acción se desarrolla en el tiempo anterior al tiempo. Tiempo primordial donde tienen lugar los actos fundacionales que le dan sentido a la cultura y a las instituciones sociales. Por lo tanto, son ellos, los mitos, los que explican las razones del juego social, de lo permitido y lo prohibido, que es sobre lo que se construye y constituye la dinámica entre lo sagrado o lo profano. De ahí que pensar que los mitos y sus ritos (la recreación de ese tiempo sagrado) son una carga, un lastre del que hay que deshacerse alegremente es demostrar una gran ignorancia sobre el tema y dejar en evidencia que no se ha entendido nada.
En estas sociedades igualitarias, el poder está en no tenerlo y donde el prestigio es el motor de la guerra. Por ejemplo, son un importante parámetro para entender cómo funcionaban los distintos pueblos antes de la historia, antes del surgimiento del Estado. Porque estas sociedades, acabadas y maduras, son sociedades sin Estado, no porque no lo puedan articular, sino porque son sociedades que se niegan a ello, porque rechazan la división del cuerpo social en dominadores y dominados.
El ejemplo de esta sociedad nos enseña que la división no es inherente al ser social; es decir que el Estado no es eterno, que en la historia tiene un principio. De ahí que el cuestionarse sobre el funcionamiento de las sociedades primitivas permitiría esclarecer el problema de los orígenes de dicha institución y, quizás, la solución al misterio sobre el momento del nacimiento del Estado, lo cual permita esclarecer también las condiciones de la posibilidad (realizables o no) de su muerte.
En tanto, nuestro mundo capitalista y neoliberal sigue acabando con los últimos vestigios de las sociedades primitivas, devastando sus selvas, sus entornos e “incorporándolos” a una modernidad que los mata lentamente y no precisamente con una canción.
Finalmente, el autor, con clara ironía apunta: “He aquí mi voto para los Yanomami. ¿Piadoso? Probablemente sí. Son los últimos asediados. Una sombra mortal se extiende por todas partes… ¿Y después qué? Quizás nos sintamos mejor, una vez que se ha roto el último círculo de esta postrera libertad. Quizás podamos dormir sin despertarnos una sola vez… Algún día, se alzarán cerca de los chabuno (casa colectiva) las torres de los petroleros, las laderas de las colinas se llenarán de las excavaciones de los buscadores de diamantes, habrá policías en los caminos y tiendas a la orilla de los ríos… Y reinará la armonía en todas partes”. Pues los Yanomami habrán desaparecido.
Pensando tal vez que nos sería útil para lo que pensábamos dedicarnos (la Mesoamérica prehispánica), el texto resultó un verdadero shock. Tal vez lo que más nos impacto fue su idea sobre la guerra, el poder y los mitos. De ahí que, después de leer las
Clastres, Pierre, Investigaciones en antropología política, Gedisa Editorial - México, México, 255 pp., 2014. Traducción de Estela Campos. Colección Antropología, serie CLA-DE-MA.
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