Palabra de lector 54
Las segundas guerras Púnicas son quizá las más famosas de las tres guerras entre Cartago y Roma, principalmente por la enorme gesta militar que Aníbal realizó al atacar a la poderosa Roma desde el norte de Italia, cruzando los Alpes desde España, con elefantes y todo. Además de la historia de Publio Cornelio Escipión, que será conocido por la posteridad como El Africano.
En este periodo se llevan a cabo dos de las más sangrientas batallas de aquel tiempo. La batalla de Cannas (216 a.C.) donde, con fuerzas inferiores en número y en un terrero escogido por los romanos (entre el río y la pendiente), Aníbal dirigió la que se conocer como la “batalla perfecta”, admirada y estudiada por los militares de todos los tiempos hasta nuestros días.
Su táctica consistió en aprovechar la misma fuerza de ataque del enemigo, para utilizarla en su contra. Cuando los romanos ya habían penetrado profundamente en sus filas, y entusiasmados al verse fácilmente vencedores, su enemigo realizó una maniobra envolvente con tropas de refresco (que había situado en dos columnas, detrás de la línea de choque), las cuales despedazaron al ejército romano.
Aníbal manejó una táctica de tenaza: tras colocar a la infantería en el centro, en la que confiaba menos, con los flancos compuestos de caballería cartaginesa, sus líneas fueron adoptando una forma de luna creciente, haciendo avanzar a sus tropas veteranas de los laterales. En los flancos, la caballería púnica puso en fuga a la romana, y luego atacó al enemigo por la retaguardia.
El resultado de aquel enfrentamiento: entre 50,000 y 80,000 muertos en el bando romano, entre ellos Lucio Emilio Paulo (uno de los generales a cargo del ejército romano), unos 80 senadores y más de 20,000 prisioneros.
Los supervivientes del desastre de Cannas fueron reconstituidos en dos legiones que acabaron la campaña de ese año en Campania bajo mando de Marco Claudio Marcelo, y al inicio del siguiente consulado fueron asignados a Sicilia como castigo por su humillante deserción en el campo de batalla, donde permanecerían hasta que el año 204 a.C., cuando Publio Cornelio Escipión los llevó a África para una campaña de dos años y que culminaría con el fin de la guerra.
La otra es precisamente la batalla de Zama (202 a.C.), que significaría la derrota definitiva del gran general Cartaginés a manos del no menos famoso Escipión, llamado el africano a raíz de este hecho. En ella, Aníbal recurrió a su genio táctico, Escipión a la astucia.
Para neutralizar a los elefantes, la más temible de las armas cartaginesas, el romano hizo sonar todas las trompetas de su ejército. Las bestias, aterrorizadas, huyeron en desbandada aplastando a la propia caballería cartaginesa. Aunque la infantería de Aníbal presentó batalla hasta el final, el gran general no pudo evitar su completa derrota.
Éstos, pues, son los hechos que Santiago Posteguillo nos presenta en una magistral narrativa, ilustrada por una imaginación desbordante que ilumina con las luces de la fantasia dicho enfrentamiento en el libro Las Legiones malditas. Este texto es el segundo volumen de una trilogía que inicia con Africanus, el hijo del cónsul y que culminará con La traición de Roma.
Escrito con agilidad y maestría, esta novela histórica lleva al lector a los campos de batalla, los viajes en el Mediterraneo a los territorios de Hispania y África en una gesta inolvidable, sin dejar de lado las intrigas políticas en el Senado romano y la vida doméstica de la Roma antes de Cristo. Vale la pena.
Posteguillo, Santiago, Las legiones malditas, Ediciones B, Barcelona, 860 pp., 2014.
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