Palabra de lector 56
Hablemos de la Edad media. Si usted es de los que creen que la Edad media es la etapa del oscurantismo, la brujería, el destape del diablo y que no pasaba nada más que cantos gregorianos y torneos de caballeros en sendas armaduras, permítame decirle que anda muy, pero muy norteado.
Para no meternos en una larga disertación, en esta ocasión haremos un apartado muy particular en el periodo que va de finales del siglo XI al siglo XIII, donde se gesta lo que Thomas N. Bisson, en su excelente libro, La crisis del siglo XII y que no es más que un riguroso y profundo estudio sobre, principalmente, el poder, la nobleza y lo más importante, los orígenes de la forma de gobernar en Europa y que dará origen a los Estados europeos: los grandes reinos, imperios y el Estado moderno.
El autor, una de las más grandes autoridades en la materia, nos ofrece una visión profunda completa y a veces agotadora, sobre las formas que se fueron cristalizando para desembocar en la génesis del Estado moderno. Se pasa revista al proceso y el paso de los señores-reyes y sus aliados, ya fuesen caballeros, hombres armados y castellanos, hacia los acuerdos judiciales y parlamentarios que signarían en las primeras cartas de vasallaje y acuerdos. Esto con el fin de delimitar y controlar la violencia hacia la población y los miembros de la iglesia como argumento fundamental del ejercicio del poder.
El autor nos describe, en ocasiones con lujo de detalle, la opresión de los castillos y sus encargados, los castellanos, la violencia e impunidad con que se actuaba, muchas veces con la complicidad de sus señores y otras, pese a ellos, como la forma más brutal y recurrente del ejercicio del poder.
Al mismo tiempo, se habla de cómo estas prácticas comienzan a ser cuestionadas primero, y luego reguladas en un proceso civilizador de la violencia, a través de leyes y acuerdos que seguirán un largo camino antes de desembocar en las estructuras de un Estado moderno. Esto llevaría a la consolidación de los grandes reinos de la baja edad media y el renacimiento, todo ello bajo la égida del derecho y las leyes basadas en el derecho romano.
Es pues este periodo, un tiempo del poder de la violencia, de los caprichos y arbitrariedades de los señores, sus castellanos y hasta de las hordas de caballeros sin fe ni señor que asolaban toda Europa.
Sin embargo, esta nada deseable situación, principalmente para los más pobres, lleva en su seno, en sus ambiciones, el germen de una crisis que permitirá el renacimiento de la justicia pública, principalmente impulsada por los mismos señores-reyes, la iglesia y hasta comunidades completas que pretenden poner un alto a tanta iniquidad.
En este tiempo, el poder dejará de ser fundamentalmente personal y patrimonial, para pasar a un poder “político”, donde los intereses del reino-imperio prevalecerán sobre las ambiciones personales y se someterán a la estructura jurídica del Estado.
Ya para terminar y siguiendo a los expertos en la materia, esta obra tiene como su mayor aportación la afirmación de que en la Europa del siglo XII el poder era la violencia de los señores y no del gobierno ni del esquema feudal en sí. Fue precisamente el enfrentamiento entre las ambiciones de los mismos señores-caballeros y señores-reyes, lo que los condujo a una crisis, cuya consecuencia más importante fue el renacimiento de la justicia pública por parte de los príncipes, basada en el derecho consuetudinario y, como consecuencia, la gradual reaparición del gobierno de los reinos, principados y ciudades.
Servidos.
Bisson, Thomas N., La crisis del siglo XII, el poder, la nobleza y los orígenes de la gobernación europea, Editorial Crítica, España, 847 pp., 2009. Traducción de Tomás Fernández Aúz y Beatriz Eguibar. Colección: Serie mayor.
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