jueves, 16 de abril de 2020

El chocolate

Palabra de lector 77

Aquiles Cantarell M.
No, no es un folleto para divagar en una exposición gastronómica. Tampoco es un choro sacado de quién sabe dónde en internet, con una serie de datos y conocimientos “ancestrales” para promocionar una marca de azúcar con sabor a chocolate. Y mucho menos, un texto new age para engañar a la gente con supuestas capacidades mágicas, curativas o afrodisíacas de la semilla y sus derivados.
No, se trata simplemente de un texto en serio, escrito por gente profesional, para personas interesadas en la historia de la semilla del kao-kao (en maya), o sea el cacao, y su principal derivado, el chocolate.
Nos referimos al libro editado por el FCE, La verdadera historia del chocolate, escrito nada más y nada menos que por el famoso epigrafista Michael D. Coe y su esposa Sophie, quien realizara una profunda investigación sobre el tema (y les juro que no la sacó de Wikipedia), pero que lamentablemente no pudo concluir porque, finalmente, tomó anticipadamente su camino al gran Sacbe.
El libro pasa revista de la aventura del cacao a través de la historia. Originario de las tierras pantanosas del Golfo de México (tierra de los Olmecas) y de la región de la costa del Soconusco (Chiapas, Guatemala y el Salvador), zona hegemónica de la cultura de Izapa, el cacao viene a ser mucho más que una semilla de la que se obtiene una sustancia espesa y/o líquida llamada chocolate.
Para todos es bien conocida la dualidad de esta sustancia en Mesoamérica y lo complejo que debió de ser mantenerla en las bodegas, al mismo tiempo que se un alimento y una moneda aceptada en toda la región.
De ahí que el chocolate juegue un papel fundamental en las relaciones sociales de la nobleza, tanto en los mayas como en otros pueblos, donde, dada su característica dual, eran los reyes los principales consumidores del líquido precioso. Un dato curiosísimo es el alto valor placentero que se le adjudicaba a la espuma que puede producirse, ya que era más deseada que el mismo líquido en sí.
Bebida de élite per se, es probable que las clases bajas lo consumieran, pero en menor calidad y abundancia, y no como un aglutinador del tejido comunitario. Eso sólo pasa en las películas de Mel Gibson.
Si bien, los mayas eran consumidores masivos de su versión caliente del líquido precioso (se le llama así por su asociación con la sangre y los autosacrificios), los mexicanos llevan su consumo y su deleite a niveles superiores, con la diferencia de que a ellos les apetece consumirlo frío.
Si bien el primer contacto entre Europa y el cacao se da durante el cuarto viaje de Colón, serán los conquistadores y los sacerdotes quienes lleven la costumbre de consumirlo, primero en las cortes de los reyes españoles y luego entre la burguesía naciente de los siglos XVII y XVIII.
Durante un buen tiempo, el cacao fue motivo de disputas eclesiásticas sobre su carácter puro o impuro. Los jesuitas fueron los mejores y principales embajadores de esta bebida a lo largo y ancho del mundo. De hecho se entregaron viciosamente ante esta delicia del chocolate, la cual en el mundo actual es inconcebible su ausencia.
En realidad, este breve texto toca muy por encima la enorme cantidad de datos e historias alrededor del chocolate, por lo que seguramente disfrutará enormemente de su lectura.
Por cierto, resulta que es muy probable que la palabra chocolate no provenga de una palabra náhuatl llamada chocolatl, sino de un par de vocablos mayas que quieren decir, agua o bebida caliente. Se los dejo de tarea.
Que lo disfruten.
Coe, Sophie D., Michael D. Coe, La verdadera historia del chocolate, FCE, México, 396 pp., 2013. Traducción de Marco antonio Pulido Rull. Colección Tezontle.

sábado, 4 de abril de 2020

Colmillos de dragón

Palabra de lector 76

Dice el dicho que en Pachuca también hace aire. Y decimos eso porque muchas veces pensamos que el mundo de la ciencia es un remanso de armonía y paz. Sin embargo, la realidad es cruda y terrible. En el mundo de la ciencia, como en cualquier otro ámbito de la sociedad, las luchas, peleas, patadas debajo de la mesa, descalificaciones, sabotajes y todo lo que se le ocurra, están a la orden del día.
Bajo esta óptica, el famoso escritor Michael Crichton, el autor de Jurasic Park, Rescate en el tiempo y Next --por nombrar sólo algunas de sus novelas--, nos regala una obra póstuma igual de entretenida como las mencionadas.
Se trata de Dientes de dragón, ubicada en el viejo oeste con todos sus conocidos elementos que vienen a la mente: indios siux, vaqueros, pistoleros, soldados de la Confederación, trenes, duelos, muchachas hermosas que requieren ser salvadas... En fin, toda la rica fauna de una novela del oeste con el atinado agregado de la lucha inmisericorde de dos científicos que ejemplifican lo que comentábamos más arriba. Personajes que, por cierto, fueron reales y sí se manejaron así.
La historia arranca con William Johnson, un personaje totalmente ficticio, quien por diversas razones se ve involucrado en una expedición paleontológica al viejo Oeste, en un periodo (1876) de gran violencia en la región, pues es el tiempo de la última gran guerra de los indios del norte de Estados Unidos, en contra de una sociedad ávida de más territorios y cuyo combustible es la búsqueda de oro en aquellas regiones.
De esta manera, nuestros aventureros van directo a la boca del lobo, en los tiempos donde la paleontología daba los primeros pasos y el descubrimiento de fósiles estaba conformando el mapa de los grandes saurios.
La expedición a la que se une nuestro héroe es dirigida nada más que por Othoniel Charles Marsh (nombre de un paleontólogo norteamericano de aquella época), quien sospecha de nuestro muchacho y lo expulsa de su grupo para arrojarlo a los brazos de su archienemigo, Edward Drinker Cope (el otro científico real de la historia). Drinker incorpora a Johnson a su expedición gracias a sus conocimientos sobre fotografía.
Nadie imagina que la suerte acompañará a nuestro héroe a lo largo de la novela y que dará pie a las diversas aventuras que conforman el relato. Una de ellas es el hilo conductor de la historia y se refiere a un descubrimiento importantísimo que obliga al protagonista a ofrecer la vida si es necesario con tal de preservar dicho descubrimiento.
Esta novela no sólo resulta una entretenida narración de a ciencia ficción épica, tan del gusto de los estadounidenses, sino que puede incluso definirse como un triller con todas sus características, lo que la convertiría en una de las obras más memorables del autor que, hay que decirlo de paso, ofrece algunos guiños sobre algunos muy conocidos personajes reales, como es el caso de ese tímido jovenzuelo de origen inglés que viaja en el mismo tren y que sueña con ser escritor, o las referencias a personajes históricos norteamericanos como “Ricitos de oro”, apodo del general confederado George Armstrong Custer, Toro Sentado, caballo loco  y otros famosos de los que no hablaré en este espacio.
Sólo una duda nos queda en el tintero y es ¿quién es la tal Miranda Lapham, Alias Emily Charlotte Williams, y qué hace en medio del viejo oeste? ¿Será un guiño de las famosas hermanas Emily y Charlotte Brontë, escritoras todas ellas? En fin, la duda queda. Que se diviertan.

Crichton, Michael, Dientes de dragón, Plaza Janes, 317 pp., México, 2018. Traducción de Gabriel Dols Gallardo.

domingo, 29 de marzo de 2020

La capital


Palabra de Lector 75

La presente entrega, titulada La Capital, es una de las siete novelas que conforman lo que se le llamó la Comedia humana portuguesa, o como se les conoce en la actualidad: Escenas de la vida portuguesa, que originalmente se pensó que constaría de 12 novelas.
Aunque la comparación con la gran obra de Honorato de Balzac,
La Comedia humana, es ociosa, pues consideramos que no está a la altura, sí hay una enorme aportación y riqueza en este grupo por parte del que, a nuestro muy humilde juicio, es el más grande escritor de lengua lusitana, incluyendo a los creadores brasileños del siglo antepasado.
Descubierta 25 años después (1924) de la muerte de Eça de Queirós, por una mera casualidad puesto que sus hijos buscaban en realidad un autógrafo inédito en la maleta donde se encontraban, La Capital vino a revivir el interés del autor de los Maias (quizá la obra más importante del autor y un verdadero “dramocles” que para qué les cuento –bueno, algún día lo haremos, en homenaje a este grandioso autor) por parte de los lectores no sólo de habla portuguesa, sino de otras lenguas.
Una parte de la novela aparece en Portugal y otra, ya más trabajada y corregida por el autor, es descubierta casi al mismo tiempo en Río de Janeiro, por el hijo de José Duarte Ramalho Ortigão (otro gran escritor portugués), quien rápidamente les escribe a los hijos de Eça, notificándoles el hallazgo.
La capital, en palabras de su propio autor, es una novela que describe una serie de pinturas un poco crueles de la vida literaria y nocturna de Lisboa, donde literatos, periodistas, bailarinas, mujeres de vida nocturna, políticos, exiliados y hasta revolucionarios, desnudan sus miserias y sus taras, viviendo un mudo vertiginoso que les permite abstenerse de enfrentar la realidad.
De hecho, el personaje principal resulta un atolondrado provinciano que sueña con destacar en la capital, y para ello despilfarra una pequeña fortuna. Él mismo sobrevalúa una creatividad de la que carece y demuestra una credulidad que raya muchas veces en la estupidez, toda vez que es engañado una y otra vez con lisonjas tan falsas y superficiales como la gente en la que confía.
Como suele suceder en la obra del escritor portugués, todos los personajes de la obra son útiles; ninguno aparece por casualidad, sin un fin, sin un motivo definido; ninguno deja de tener una influencia mayor o menor en el desarrollo de la acción.
El relato inicia colocando en el centro del drama al joven huérfano Arthur Corvelo, quien vive modestamente con sus ancianas tías; además de sus acompañantes, los jóvenes poetas y escritores que sueñan con cambiar al mundo por uno nuevo, regido por la belleza y la aristocracia de la inteligencia.
Arthur se topará con cada uno de ellos a lo largo de la obra, pero ya en otros planos, algunos más maduros y otros más desorientados. Esto marcará enormemente al joven que nunca da ese salto intelectual, esa madurez necesaria para enfrentar un mundo hundido en una sociedad salvaje y cruel.
De tal forma, el personaje vivirá añorando esas fantasías de la última adolescencia, que lo colocan como víctima y hasta chivo expiatorio en las diversas situaciones en que se ve involucrado, a punto tal, que el lector llega a pensar que no puede ser posible tanta blandenguería, ingenuidad o, de plano, tanta tontez.
Si bien su vida podría asegurarse como aprendiz de boticario, nuestro antihéroe se siente fuertemente atraído por la vocación literaria romántica y del ideal estético-revolucionario, de las cuales terminará siendo víctima y hazmerreir en la gran Capital.
En resumen y con todo ello, es una gran obra de uno de nuestros escritores favoritos.
Que la disfruten.

Queirós, Eça, La capital, Editorial Funambulista, España, 422 pp., 2009. Traducción de Manuel Lobo Serra. Colección Grandes Clásicos.

jueves, 19 de marzo de 2020

Los mayas, una civilización milenaria

Palabra de lector 74

Los tiempos cambian, dice mi doctor. Y no es para menos, lo que hace tan sólo unos años era vigente, ahora forma parte de las curiosidades fantasiosas de la historia, particularmente en el caso de los antiguos mayas.
Desde nuestro muy particular punto de vista, en la actualidad hay cuatro libros básicos e imprescindibles que todo interesado en el tema de la antigua civilización debe leer. Aclaramos, son cuatro textos que brindan una visión general sobre aquella cultura; los temas y obras sobre temas específicos y especializados son otro cantar.
Así, en la nueva era, "Las voces de piedra" (ya reseñado en este espacio), "Una selva de reyes", la "Crónica de los reyes y reinas mayas" y, "Los mayas, una civilización milenaria", que es el texto que hoy nos ocupa, son infaltables en una biblioteca sobre el tema.
De esta manera, las obras de Silvanus Morley, Eric Thomson o Alberto Ruz pasan ya al apartado de curiosidades de lo que antes se pensaba sobre el tema. Aunque hay que advertir que, en algunos casos, las propuestas siguen siendo vigentes e invaluables, como la "Historia y religión de los mayas", de Eric Thompson, y "El templo de las inscripciones", del gran maestro Alberto Ruz. Los demás bien poco pueden ya aportar a la investigación y conocimiento de esta cultura; son parte de la época romántica de la historia de Mesoamérica, aunque no por ello dejan de ser interesantes.
¿Por qué esto? La explicación básica es que estas obras y sus teorías fueron escritas y elaboradas antes de que la epigrafía explotara y permitiera leer y entender los textos originales, es decir, los glifos mayas, lo cual nos dio una visión distinta de lo que pasaba en aquellos tiempos.
En el caso que hoy nos ocupa, la obra de Nikolai Grube es un texto elaborado por un lingüista. Se nota desde el principio que es un trabajo distinto, que enfoca sus intereses en temas que, muchas veces, los historiadores y arqueólogos pasan a vuelo de pájaro o no consideran fundamentales.
El autor, también, suele ser mucho más cauto en muy diversos tópicos; trata de no meterse en camisa de once varas, pero aporta, por otro lado, una enorme cantidad de datos muy interesantes.
Por ejemplo, le dedica un buen espacio a las imágenes que representan las máscaras de rayos X; incluye un pequeño capítulo sobre los saqueadores y otro sobre el chocolate. Hay un importante énfasis en la cerámica, que no podría ser de otra manera, pues es ahí donde más datos epigráficos de la vida cotidiana de la nobleza y los dioses se han encontrado, y nos sorprende, por ejemplo, al identificar al señor de la escritura rosa, así como el revelarnos el nombre de uno de los más grandes escribas del periodo clásico.
El texto está lleno de datos importantes, interesantes y curiosos, con lo que la obra se convierte en el elemento infaltable para completar nuestro conocimiento sobre esta cultura, más si lo juntamos con cualquiera de los otros escritos antes comentados.
Además, el libro es impreso en gran formato y viene ampliamente ilustrado, no sólo con fotografías únicas (que lo hace muy atractivo), sino también con numerosos mapas y esquemas.
Asimismo se incluye una lista de todos los colaboradores de la obra, que son un buen número de especialistas y quizá, lo más interesante, los esquemas de las dinastías principales de varias ciudades, como Tikal, Palenque, Yaxchilán y Copán, con sus respectivos glifos emblema.
Al final, cuenta con una interesante línea del tiempo que nos permite ubicar en un contexto global la aventura de esta civilización.
Que lo disfruten.

Grube, Nikolai, et al., Los mayas, una civilización milenaria, Tandem Verlag GmbH, China, 408 pp., 2006. Traducción del alemán: Mariona Gratacòs i Grau, Marciano Villanueva, Lidia Álvarez Grifoll y Ambrosio Berasain Villanueva.

jueves, 2 de enero de 2020

La historia del mundo en 12 mapas



Palabra de lector 73

Los mapas. En algún momento de nuestra vida hemos utilizado un mapa, ya sea impreso o virtual (GPS). De hecho, todos sabemos hacer o leer mapas, sólo que muchas veces no nos damos cuenta. Pues constantemente hacemos “diagramas mentales” para crear una ruta, calcular una distancia o saber en dónde estamos parados, o escritos en una servilleta, un pedazo de papel, tela o cualquier superficie.
Por ello, es muy probable que los mapas nos hayan acompañado desde los primeros tiempos de la humanidad. A lo largo de la historia se han ido haciendo más complejos y completos, hasta llegar a ejemplos como el famoso google maps (el número 12 de la lista del presente trabajo), el más complejo de la historia y construido con base en bits y bytes.
Está de más apuntar que este escribidor es un fanático de los mapas, por lo que el texto de Jerry Brotton, La Historia del mundo en 12 mapas, nos conquistó desde la primera línea.
Se trata, efectivamente, de una obra construida alrededor de 12 mapas del mundo conocido (según el contexto histórico de cada uno de ellos). Arranca con el descubrimiento, en 1881, de un pequeño fragmento de una tablilla de arcilla cuneiforme de 2 mil 500 años de antigüedad, en las ruinas de la que fuera la ciudad babilonia de Sippar, hoy conocida como Tell Abu Habbah, en la periferia suroriental de la actual Bagdad.

“La tablilla es el objeto más antiguo conservado que representa el mundo entero en un plano a vista de pájaro, mirando la Tierra desde arriba. El mapa se compone de dos anillos concéntricos, dentro de cada uno de los cuales hay una serie de círculos, rectángulos y curvas aparentemente arbitrarios, y todos ellos están centrados en torno a un agujero al parecer realizado con un temprano compás.  Se trata pues, de la representación del mundo conocido y de un completo diagrama de la cosmogonía babilónica y con el mundo habitado como su manifestación.”
No hay que olvidar que durante siglos, el único modo de aprehender el mundo fue por medio de la imaginación, y los mapas del mundo mostraban, imaginativamente, qué aspecto podría tener ese mundo fisicamente incognoscible. Los cartógrafos no sólo reproducen el mundo, sino que lo construyen.
En la edad media, exactamente en el final del siglo XIII, los mapas tenían un fuerte sentido religioso. En ese sentido, el mapamundi de Hereford es único y considerado como uno de los mapas más importantes de la historia de la cartografía, y el mayor de su clase que se ha conservado intacto durante casi 800 años.
Éste representa una visión enciclopédica del aspecto que tenía el mundo para un cristiano del siglo XIII, y ofrece tanto un reflejo como una representación de las creencias teológicas, cosmológicas, filosóficas, políticas, históricas, zoológicas y etnográficas del mundo cristiano medieval. Pero por más que sea el mapa medieval más grande que existe, no por ello deja de ser en cierto modo un enigma. No se sabe exactamente cuándo se hizo, ni su función exacta en la catedral, ni se sabe con certeza por qué se encuentra en una pequeña población catedralicia de la frontera anglo-galesa.
Cuando el visitante actual se dirige a Hereford y entra en el anexo de la catedral para examinar el mapamundi, lo primero que llama la atención es el extraño aspecto que tiene el objeto. Con una forma que recuerda al hastial de una casa, el mapa parece ondular y serpentear como un animal misterioso, lo que, de hecho, es lo que es. Con sus 1.59 metros de alto y 1.34 de ancho, el mapa está dibujado sobre una enorme piel de animal.
Lejos de ello, este mapa emana una aureola casi orgánica, encarnando un mundo caótico y bullicioso, lleno de maravillas, pero también rodeado de horrores. La mayor parte del pergamino contiene una representación circular del mundo, retratado dentro de una vasta esfera rodeada de agua.
No se trata de un mapa tal como podemos entenderlo en cualquier sentido moderno. Lejos de ello, constituye una imagen de un mundo definido por la teología, no por la geografía, donde el lugar se interpreta en virtud de la fe antes que de la ubicación, y donde el paso del tiempo según los acontecimientos bíblicos es más importante que la representación del espacio territorial.
Ya en pleno siglos XIX, y en la Francia napoleónica, los mapas comienzan a jugar un papel distinto. Tras derrocar a las autoridades republicanas en 1799, el famoso Corzo se coronó a sí mismo como el emperador Napoleón I, en diciembre de 1804. Sólo unas semanas antes de su coronación, escribió a su jefe de Estado Mayor del ejército, Louis-Alexandre Berthier, en relación con los movimientos de tropas francesas al otro lado del Rin: “Se está pidiendo a los ingenieros-geógrafos que hagan catastros [mapas de propiedades] en lugar de mapas militares, lo que significa que dentro de veinte años no tendremos nada… Si nos hubiéramos limitado a hacer mapas de la escala de Cassini (haciendo refrencia a la familia de dicho apellido que desde el siglo anterior llevaba tres generaciones de medidas y levantamientos topográficos de toda Francia), ya tendríamos toda la frontera del Rin. Lo único que pedía era que se completara el mapa de Cassini”. Por lo que a Napoleón se refería, la escala y el detalle de los mapas de Cassini eran instrumentos perfectos para la actividad militar.
Diez años después, mientras sus enemigos se abatían sobre él, una pequeña anécdota manifiesta hasta qué punto los mapas de Cassini habían impregnado y configurado la conciencia nacional.
En febrero de 1814, Napoleón pasó la noche en la remota aldea de Her, en la región de Champaña-Ardenas, preparándose para la batalla de Arcis-sur-Aube, que resultaría ser la penúltima ofensiva antes de su abdicación y exilio a Elba.
Napoleón y sus oficiales, que se alojaban en la vivienda del párroco local, se sentaron a cenar, momento en el que -según recordaría el fiel secretario de Napoleón, el barón Fain- “nuestro anfitrión se percató no sin dificultad de hasta qué punto sus huéspedes militares estaban familiarizados con las inmediaciones, e insistió en que todos debíamos de ser nativos de la Champaña. Para explicarle la causa de su asombro, le mostramos algunas hojas de Cassini, que todos llevábamos en los bolsillos. Aún se mostró más asombrado cuando encontró en ellos los nombres de todos los pueblos vecinos: tan lejos estaba de pensar que la geografía entraba en tales detalles”.
El hecho de que prácticamente todo el séquito de Napoleón tuviera ejemplares de los mapas de Cassini da testimonio de su uso militar. Pero su revelación casi mágica ante el incrédulo sacerdote, también muestra hasta qué punto parecían salvar las diferencias regionales (con independencia de la realidad); por encima de todo, el sacerdote y el soldado eran “franceses”, prescindiendo de sus diferencias religiosas o idiológicas.
Así, la aventura a través de la historia, nos permite atisbar los conceptos sobre el mundo y su universo en las muy diferentes culturas. Desde la idea del paraíso como axis mundi y el lugar de cada reino a su alrededor, hasta los detallados accidentes orográficos e hidrográficos capitalizados durante las guerras Santas; así como entender las visiones judías, árabes, orientales o cristianas sobre el mundo conocido.
Evidentemente, en todo ello no se pierde de vista la influencia de Ptolomeo y cómo poco a poco se van abandonando los conceptos clásicos griegos en beneficio de una visión más científica del mundo; hasta llegar a su apogeo en la era de las grandes exploraciones, donde la medición y la forma del globo terráqueo llevará a diversos intentos de medir la esfera y desarrollar novedosos sistemas métricos.
Como sucedería en Francia, con la creación del metro y el uso de los mapas ya con claros fines militares, económicos y financieros, que convertirían también a los mapas en excelentes minas de beneficios económicos a sus cartógrafos y cosmógrafos, lo cual terminará por convertirlos en herramientas para entender la geopolítica mundial. Así pues, la idea del geógrafo resultará una tarea relativamente reciente.
Finalmente, y con el advenimiento de la tecnología y de aquella famosa fotografía tomada por el Apolo 17, en 1972, esta pequeña y frágil esfera azul adquirirá una nueva y totalmente distinta concepción, que se convertirá en botín y motivo de seguridad nacional para diversas naciones en el globo.
Sea pues éste un viaje grandioso e ilustrativo al cual invitamos montarse cual exploradores del siglo XVI, para descubrir las maravillas que nuestra casa nos ha ido develando a lo largo de la historia.
Una última cuestión. En cada capítulo, correspondiente a cada uno de los 12 mapas, le sugerimos tenerlos muy presentes y googlearlos para entender mejor qué es lo que nos describe el autor. Que lo disfruten.

Brotton, Jerry, Historia del mundo en 12 mapas, Penguin Random House, Colombia, 635 pp, 2014. Traducción de Francisco J. Ramos Mena. Colección Debate.