Dice el dicho que
en Pachuca también hace aire. Y decimos eso porque muchas veces pensamos que el
mundo de la ciencia es un remanso de armonía y paz. Sin embargo, la realidad es
cruda y terrible. En el mundo de la ciencia, como en cualquier otro ámbito de
la sociedad, las luchas, peleas, patadas debajo de la mesa, descalificaciones,
sabotajes y todo lo que se le ocurra, están a la orden del día.
Bajo esta óptica,
el famoso escritor Michael Crichton, el autor de Jurasic Park, Rescate
en el tiempo y Next --por nombrar sólo algunas de sus novelas--, nos
regala una obra póstuma igual de entretenida como las mencionadas.
Se trata de Dientes
de dragón, ubicada en el viejo oeste con todos sus conocidos elementos que vienen
a la mente: indios siux, vaqueros, pistoleros, soldados de la Confederación,
trenes, duelos, muchachas hermosas que requieren ser salvadas... En fin, toda la
rica fauna de una novela del oeste con el atinado agregado de la lucha inmisericorde
de dos científicos que ejemplifican lo que comentábamos más arriba. Personajes
que, por cierto, fueron reales y sí se manejaron así.
La historia
arranca con William Johnson, un personaje totalmente ficticio, quien por
diversas razones se ve involucrado en una expedición paleontológica al viejo
Oeste, en un periodo (1876) de gran violencia en la región, pues es el tiempo
de la última gran guerra de los indios del norte de Estados Unidos, en contra
de una sociedad ávida de más territorios y cuyo combustible es la búsqueda de
oro en aquellas regiones.
De esta manera,
nuestros aventureros van directo a la boca del lobo, en los tiempos donde la
paleontología daba los primeros pasos y el descubrimiento de fósiles estaba conformando
el mapa de los grandes saurios.
La expedición a
la que se une nuestro héroe es dirigida nada más que por Othoniel Charles Marsh
(nombre de un paleontólogo norteamericano de aquella época), quien sospecha de
nuestro muchacho y lo expulsa de su grupo para arrojarlo a los brazos de su
archienemigo, Edward Drinker Cope (el otro científico real de la historia). Drinker
incorpora a Johnson a su expedición gracias a sus conocimientos sobre
fotografía.
Nadie imagina que
la suerte acompañará a nuestro héroe a lo largo de la novela y que dará pie a
las diversas aventuras que conforman el relato. Una de ellas es el hilo
conductor de la historia y se refiere a un descubrimiento importantísimo que
obliga al protagonista a ofrecer la vida si es necesario con tal de preservar
dicho descubrimiento.
Esta novela no
sólo resulta una entretenida narración de a ciencia ficción épica, tan del
gusto de los estadounidenses, sino que puede incluso definirse como un triller
con todas sus características, lo que la convertiría en una de las obras más
memorables del autor que, hay que decirlo de paso, ofrece algunos guiños sobre
algunos muy conocidos personajes reales, como es el caso de ese tímido
jovenzuelo de origen inglés que viaja en el mismo tren y que sueña con ser
escritor, o las referencias a personajes históricos norteamericanos como “Ricitos
de oro”, apodo del general confederado George Armstrong Custer, Toro Sentado,
caballo loco y otros famosos de los que
no hablaré en este espacio.
Sólo una duda nos
queda en el tintero y es ¿quién es la tal Miranda Lapham, Alias Emily Charlotte
Williams, y qué hace en medio del viejo oeste? ¿Será un guiño de las famosas
hermanas Emily y Charlotte Brontë, escritoras todas ellas? En fin, la duda
queda. Que se diviertan.
Crichton,
Michael, Dientes de dragón, Plaza Janes, 317 pp., México, 2018.
Traducción de Gabriel Dols Gallardo.
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